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Juan Carela

Cómo ganar 10 millones de dólares en Wall Street y cómo perderlos en cocaína, prostitutas y malas inversiones.

"Tú, que me has hecho ver muchas angustias y males,
    Volverás a darme vida,
    Y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra. Aumentarás mi grandeza,
    Y volverás a consolarme." Salmos 71:20-21


Es la historia real de Turney Duff, un joven y ambicioso chico que llegó a Nueva York a los 24 años en 1994 y que encontró una carrera de éxito en Wall Street a pesar de que reconoce que cuando llegó no tenía ni idea de finanzas ni del mundo financiero.

"Cuando llegué a Nueva York en 1994, tenía 24 años y buscaba un trabajo de relaciones públicas o periodismo, pero ya estaba frustrado al no conseguir ese empleo. Mi padre me sugirió que llamara a mi tío, el cual lo sabía todo acerca de las finanzas, y a pesar de que yo no tenía ni idea del mundo financiero, él se las arregló para conseguirme una entrevista en Lehman Brothers.


Solo entrar en el edificio de esta firma de inversión, noté la grandeza que se respiraba allí y tuve claro que yo quería ganar ese dinero y tener ese estilo de vida. Yo quería aquello para mí.

No conseguí el trabajo en Lehman Brothers, pero lo conseguí finalmente en Morgan Stanley donde comencé como asistente de ventas, un puesto también denominado como "secretaria glorificada". Cuando me hice con experiencia, cambié a la firma de fondos de cobertura Galleon Group, donde comencé a gestionar e invertir el dinero de otras personas.

Las comisiones eran cuantiosas y todo Wall Street luchaba por un trozo del pastel de mi negocio. Conseguí el nivel de vida que andaba buscando, teniendo acceso a los mejores restaurantes y clubes selectos. No tardé mucho en ganar más de 2 millones.

Me invitaron a la Super Bowl, donde asistí en jet privado y todos los gastos pagados. También me invitaron a una fiesta donde había 40 ejecutivos de Wall Street y el mismo número de mujeres. No sé si era la Colonia o lo que llevaba puesto, pero podía elegir literalmente a cualquier mujer de las allí presentes. Todo era genial.

La primera vez que me ofrecieron cocaína, la rechacé, debido a que siempre pensé que las personas que toman cocaína, no suelen acabar bien, y muchos de ellos terminan en una muerte prematura. Sin embargo, 6 meses después, conforme trataba con aquellos ejecutivos de éxito consumidores de coca, me dí cuenta de que la cocaína no es tan peligrosa como parece, ya que veía claramente que no había segado aquellas carreras de personas altamente exitosas en la industria de Wall Street.

La primera vez que tomé cocaína, fue la cosa más increíble de mi vida. Me resultó tan bueno, que sabía aquello me iba a traer problemas.

En el año 2006, y con más de 10 millones de dólares de capital, me estaba gastando en cocaína más de 600 dólares por semana, sin contar la bebida y otros entretenimientos que acompañaban la ocasión.

Tenía una novia y una hija en aquellos días oscuros de mi vida. Consumía cocaína 5 ó 6 días a la semana, y a pesar de sufrir temblores, sudores y sangrar al día siguiente, aún era capaz de asistir al trabajo. Si me encontraba muy decaído, una dosis de cocaína me ponía a tope otra vez.

Alcohol y cocaína a diario comenzaron a hacerme estragos, y comencé a faltar en el trabajo en repetidas ocasiones. Hubo un día en que la oficina me daba vueltas y no sabía qué hacer, pero sabía que si faltaba otra vez, perdería mi trabajo. Así que aquel día tuve una idea (obviamente no estaba pensando racionalmente), y pensé en la forma de librarme de la oficina aquel día, que fue fingir una agresión.

Bajé a la calle, me tiré sobre varios charcos hasta rasgar la ropa y hacer sangrar las rodillas. Entré en la oficina cojeando y sin poder hablar, y les dije que me habían agredido.

El plan no salió demasiado bien, ya que 72 horas más tarde estaba sin trabajo y en un avión rumbo a mi primera rehabilitación. Tras permanecer limpio durante más de un año, volví a recaer y tuve que volver nuevamente a rehabilitación.

Más adelante tuve nuevamente la oportunidad de trabajar en Wall Street con un cheque de 7 cifras, pero no me sentía nada bien, así que auto-saboteé aquella entrevista.

Hice daño a mucha gente, especialmente a mi familia, y a pesar de que me gustaría volver atrás para no hacerle daño a las personas que quiero y me quieren, lo cierto es que no me arrepiento de haber pasado por aquella situación, ya que de lo contrario no sería la persona que hoy día soy.

Ahora soy un escritor alejado de Wall Street, pero que en mi libro, The Buy Side, cuento mi historia, una historia que casi se está convirtiendo en un cliché de Wall Street, ya que mi situación es muy similar a la que han pasado muchos personajes de Wall Street y en la caerán muchos jóvenes que recién llegan a esta industria que hace pierdas la cabeza.

Nada me queda de los 10 millones de dólares, ya que entre la cocaína y las malas inversiones que llegué a hacer...."

Moraleja de esta historia: "El dinero no siempre da la felicidad. A veces te vuelve gilipollas". Como podemos comprobar, la vida de "El Lobo de Wall Street" es algo muy común en Wall Street.

"Ciertamente consolará Jehová a Sion; consolará todas sus soledades, y cambiará su desierto en paraíso, y su soledad en huerto de Jehová; se hallará en ella alegría y gozo, alabanza y voces de canto." Isaias 51:3

-"En aquel día dirás: Cantaré a ti, oh Jehová; pues aunque te enojaste contra mí, tu indignación se apartó, y me has consolado." Isaias 12:1

-"Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron." Apocalipsis 21:3-4 

Cristo Viene Ya

««Los pensamientos de una persona en los cielos, hablan más fuerte que sus obras en la tierra». Juan 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. La persona que ora tiene que tener la absoluta convicción de que Dios escucha sus plegarias y de que el Eterno puede hacer todo lo que desee cada vez que lo desee. .

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