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(Ap 11:1-14) "Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él. Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses. Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio. Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra. Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma manera. Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran. Cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará. Y sus cadáveres estarán en la plaza de la grande ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado. Y los de los pueblos, tribus, lenguas y naciones verán sus cadáveres por tres días y medio, y no permitirán que sean sepultados. Y los moradores de la tierra se regocijarán sobre ellos y se alegrarán, y se enviarán regalos unos a otros; porque estos dos profetas habían atormentado a los moradores de la tierra. Pero después de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que los vieron. Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: Subid acá. Y subieron al cielo en una nube; y sus enemigos los vieron. En aquella hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y por el terremoto murieron en número de siete mil hombres; y los demás se aterrorizaron, y dieron gloria al Dios del cielo. El segundo ay pasó; he aquí, el tercer ay viene pronto."
 

Introducción

 

Este pasaje, junto con el capítulo anterior, forman un paréntesis previo al toque de la séptima trompeta. Y aunque ambos no parecen tener ninguna relación entre sí, están conectados por el hecho de que tanto Juan, como los dos testigos que encontramos en este capítulo, son llamados a profetizar en los últimos tiempos de acuerdo a lo que los profetas de la antigüedad ya habían anunciado para esta época (Ap 10:11) (Ap 11:3).
 
Por otro lado, es interesante notar también que la acción descrita en estos versículos se desarrolla en Jerusalén, la "ciudad santa", y se menciona de forma especial la presencia del templo judío, que en ese período habrá sido reconstruido y estará nuevamente en funcionamiento. Además, los dos testigos que profetizarán allí durante mil doscientos sesenta días guardan una clara relación con el ministerio profético que en el pasado habían llevado a cabo otros profetas de Israel como Elías o Moisés. Por lo tanto, la suma de todos estos detalles nos hace pensar en el interés que el Señor seguirá teniendo por Israel hasta el final, y que de acuerdo a lo que sus profetas habían anunciado, aún serán restaurados espiritualmente y creerán en el Señor Jesucristo como su Mesías.
 

El templo de Dios es medido

 

(Ap 11:1-2) "Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él. Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses."
 
1. El templo es medido
 
Es probable que el "ángel fuerte" del capítulo anterior sea quien sigue tratando con Juan: "Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él". 
 
Si tenemos en cuanta que el libro de Apocalipsis fue escrito alrededor del año 90 d.C., y que el templo de Jerusalén fue destruido en el año 70 d.C., tenemos que suponer necesariamente que el templo que Juan vio en su visión y que debía medir sería un templo nuevo.
 
Ahora bien, pensar en que los judíos puedan volver a reedificar su templo en Jerusalén, parece algo imposible en el día de hoy. Es verdad que en la actualidad muchos judíos ortodoxos sueñan con esta idea, pero el lugar está ocupado por la Cúpula de la Roca, que según la tradición musulmana, fue el lugar desde el que Mahoma ascendió al cielo, y es por lo tanto considerado el tercer lugar sagrado para el mundo islámico. Actualmente está bajo el control musulmán y pensar en que los israelitas pudieran llegar a arrebatárselo para construir allí su templo, es inconcebible en el actual ambiente político.
 
Algunos expertos judíos han investigado recientemente sobre la ubicación exacta del antiguo templo, y han llegado a la conclusión de que estaba localizado justo al norte de la Cúpula de la Roca, en un área donde sí sería posible su reconstrucción. Según ellos, el atrio del templo coincidiría con la Cúpula de la Roca, algo que estaría de acuerdo con lo que nuestro texto en Apocalipsis dice; que el atrio que está fuera del templo debería ser dejado aparte porque había sido entregado a los gentiles. Esta es una idea interesante, pero no hay nada seguro en ella.
 
Cómo podrán los israelitas volver a construir su templo allí es un misterio. Algunos sugieren que esto tendrá lugar bajo el patrocinio y protección del mismo anticristo. En todo caso, este pasaje nos dice claramente que habrá nuevamente un templo en Jerusalén, y por otros pasajes de la Escritura sabemos que será en él donde el anticristo se sentará como si fuera Dios (2 Ts 2:3-4), hará cesar los sacrificios (Dn 9:27), profanará el santuario (Dn 11:31) (Dn 12:11) y demandará sacrificios para sí mismo (Dn 8:11-12).
 
Es muy probable que la reedificación del templo despierte un gran interés por la vida espiritual en Israel. De hecho, Juan no sólo debía medir el templo, sino también a los adoradores. ¿Quiénes son estos? No lo sabemos, pero quizá representen al futuro remanente de Israel que adorará a Dios en el templo reconstruido. Y en ese caso, el hecho de medirlos puede tener que ver con saber cuántos y quiénes son. En cierto sentido, se establece un contraste entre estos que adoran a Dios en su templo y aquellos que más adelante serán presentados adorando a la bestia. Dios mide a sus adoradores aquí para saber quiénes son suyos, y más tarde, la bestia hará algo parecido a fin de sellar a los que son suyos (Ap 13:15-17). Tal vez debamos asociar esta acción de "medir" a los adoradores aquí con el "sellado" de los ciento cuarenta y cuatro mil israelitas de (Ap 7:4).
 
En cuanto a la orden de medir el templo, es curioso que después de hacerlo Juan no nos proporciona ningún dato estadístico, por lo tanto, el propósito de esta orden divina debía ser otro, quizá Dios quería comprobar el estado de la construcción del templo y de lo que allí se hacía, o tenía la finalidad de marcarlo para preservarlo ante sus juicios. En este último caso, Dios estaría reconociendo como suyo aquello que había sido medio y se comprometería a cuidarlo.
 
Esta última idea sería confirmada por un pasaje similar que encontramos en el profeta Ezequiel. Él también tuvo una visión en la que se le mandaba medir el templo en Jerusalén, y es significativo que después de hacerlo, la gloria de Dios llenó el templo y estableció allí el lugar de su trono (Ez 40-43).
 
2. El patio del templo es dejado aparte
 
En el antiguo templo de Herodes había un patio exterior que estaba destinado como lugar de oración para los gentiles. Seguramente sea a este patio al que se refiere la prohibición que Juan recibió: "Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles".
 
La idea de "dejarlo aparte" implica cierto rechazo de parte de Dios hacia ese patio exterior. Siguiendo con la misma idea que hace un momento expresábamos, Dios no reconocía esa parte como suya, sino que estaba fuera de la parte medida, por lo tanto, no era santa, sino profana. Y la razón era porque había sido entregada a los gentiles, es decir, a aquellos que no eran judíos, e iba a ser hollada por ellos.
 
3. La ciudad santa será hollada por los gentiles durante cuarenta y dos meses
 
Sin duda, todos los detalles de este pasaje están relacionados con el futuro de Israel. Dios no se ha olvidado de su pueblo, sino que todavía tiene planes gloriosos para ellos. Pero para que se puedan llegar a realizar, es necesario que primero "los tiempos de los gentiles se cumplan", tal como señaló el Señor Jesucristo en su sermón profético:
 
(Lc 21:24) "Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan."
 
Estos "tiempos de los gentiles" tienen que ver con la dominación gentil sobre Jerusalén, y comenzaron cuando en el año 70 de nuestra era los romanos destruyeron la ciudad de Jerusalén y el templo, y se llevaron cautivos a los judíos a todas las naciones. 
 
Es verdad que en el año 1948 la nación de Israel fue nuevamente constituida como tal, y volvió a tener algunos de los territorios que en el pasado habían sido suyos, pero todo esto fue conseguido por medio de maniobras políticas, y de hecho, Israel no tiene pleno dominio sobre Jerusalén, sino que es compartido con los musulmanes, habiendo quedado la zona donde estaba el templo de Herodes bajo el control de estos últimos.
 
Nuestro pasaje en Apocalipsis nos presenta todavía a Jerusalén hollada por los gentiles, lo que implica que "los tiempos de los gentiles" todavía no se habrán cumplido en este momento. Es cierto, sin embargo, que se aprecia un importante avance, y es que de forma milagrosa el templo habrá vuelto a ser edificado y los cultos en él funcionarán nuevamente, aunque eso sí, en medio de la hostilidad gentil a su alrededor. Y esta situación, nos dice nuestro texto que se prolongará "durante cuarenta y dos meses".
 
En cuanto a este período de "cuarenta y dos meses", es equivalente a "mil doscientos sesenta días" (calculando meses de 30 días), y a tres años y medio, o a "un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo" (un años, más dos años, más medio año).
 
Este período de tiempo, en sus diferentes modalidades, aparece varias veces en estos capítulos de Apocalipsis, mostrándonos que de algún modo hay cierta relación entre ellos. Vemos que los gentiles "hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses" (Ap 11:2), los dos testigos de Dios profetizarán por mil doscientos sesenta días (Ap 11:3), la mujer será sustentada en el desierto por Dios durante mil doscientos sesenta días (Ap 12:6), o lo que es lo mismo, por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo (Ap 12:14), y a la bestia se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses (Ap 13:5), 
 
Este período de tiempo aparece por primera vez en el profeta Daniel en relación con las cosas que acontecerían a su pueblo Israel en el futuro. Aunque Daniel recibió información de un período de tiempo bastante extenso, que abarcaba desde la restauración y edificación de Jerusalén hasta la muerte del Mesías (Dn 9:25-26), para nosotros es interesante la mención que hace de la última semana de años, es decir, los últimos siete años (Dn 9:27). Allí aparece un personaje muy siniestro que durante la primera mitad de esa semana, es decir, durante los tres años y medio primeros, hará pactos con todos, pero cambiará drásticamente en la segunda mitad de la semana haciendo cesar el sacrificio y la ofrenda en el templo. Seguramente el período de mil doscientos sesenta días descritos en (Ap 11:1-2) en los cuales el templo en Jerusalén estará en funcionamiento, debamos asociarlos con la primera parte de esa semana de años descrita en Daniel. Quizá el hecho de que Israel pueda levantar nuevamente su templo al comienzo de ese período se deba a alguno de los pactos que este personaje logre hacer.
 

Los dos testigos

 

(Ap 11:3-6) "Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio. Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra. Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma manera. Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran."
 
1. Su misión y su duración
 
Juan introduce de repente a dos testigos que tendrían la misión de profetizar: "Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio".
 
El Antiguo Testamento terminaba anunciando que Dios enviaría a un mensajero especial preparando la llegada del día del Señor.
(Mal 4:5) "He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible."
 
Ahora bien, en nuestro pasaje en Apocalipsis se nos dice que hay "dos testigos", y no uno solo. Esto tampoco sería de extrañar, ya que el Señor mismo, durante su ministerio terrenal, envió a sus discípulos a predicar de dos en dos a las ciudades a donde él debía ir (Lc 10:1), y también, porque según decía la ley, para que un testimonio tuviera valor legal debía ser corroborado al menos por dos testigos (Dt 17:6). Por lo tanto, el doble testimonio de estos dos testigos debía ser tenido en consideración por quienes les escucharan.
 
Estos dos testigos tenían la misión de profetizar. Esto significa que tenían que anunciar la Palabra de Dios. Seguramente sea correcto relacionarlo con el mandato que el mismo apóstol Juan acababa de recibir para que profetizara "sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes" (Ap 10:11). En su caso, el mensaje que debía transmitir tenía que ver con la inminente venida del día de Jehová tal como la habían anunciado los profetas de la antigüedad (Ap 10:6-7). Y no sería descabellado pensar que la predicación de estos dos testigos fuera similar a la de Juan.
 
La misma vestimenta de los dos testigos reflejaba de alguna manera que el contenido de su mensaje tenía relación con esto. Se nos dice que estaban "vestidos de cilicio", una vestimenta que indicaba lamentación y duelo. Y sería muy apropiada si estaban denunciando el pecado de los hombres y anunciando el día de la ira de Dios.
 
Y aunque la mayoría de los comentaristas parecen tener un interés especial por descubrir cuál es la identidad de estos dos testigos, la Palabra de Dios sólo nos proporciona datos sobre su misión. Por ejemplo, se nos dice que duraría "mil doscientos sesenta días", que es el equivalente a los "cuarenta y dos meses" en los que el templo estaría en funcionamiento en Jerusalén mientras la "santa ciudad" y el patio del templo eran hollados por los gentiles. Por lo tanto, es muy probable que estos testigos estuvieran profetizando en Jerusalén durante ese mismo período, en la primera mitad de los siete años finales de los que habló el profeta Daniel. Como más adelante veremos en este mismo capítulo, su testimonio terminará cuando aparezca la bestia y haga guerra contra ellos y los mate, quedando sus cadáveres expuestos en la plaza de Jerusalén. Con este acto se daría comienzo a la segunda parte de estos siete años finales.
 
2. "Dos olivos y dos candeleros"
 
Como acabamos de decir, no se revela la identidad de estos testigos, pero a cambio se nos dan numerosos detalles sobre su obra, todos ellos relacionados con otros personajes del Antiguo Testamento. En esta ocasión son descritos simbólicamente como dos olivos y dos candeleros: "Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra". Evidentemente este simbolismo es tomado del profeta Zacarías (Zac 4:1-14).
 
En la visión de Zacarías, los dos olivos proveían el aceite para que la lámpara que estaba en medio de ellos pudiera alumbrar. Allí los dos olivos son identificados como "los dos ungidos que están delante del Señor", en una referencia a Zorobabel, el gobernador civil, y a Josué, el sumo sacerdote. Recordemos que en la antigüedad, tanto los reyes como los sacerdotes eran ungidos con aceite, de ahí probablemente la relación con los dos olivos. En cuanto a su contexto histórico, ellos vivieron en los días en que Israel acababa de regresar de su cautiverio en Babilonia, y tenían la difícil misión de reedificar el templo y restaurar la vida religiosa de la nación para que volviera a ser un testigo resplandeciente del Señor en medio de la oscuridad de las naciones paganas. Su misión no era fácil, puesto que en ese momento eran muy pocos y estaban rodeados de numerosos enemigos que con frecuencia apelaban al gran poder imperial persa con el fin de hacerles cesar de su misión. En ese contexto, el profeta Zacarías recibió una visión del Señor que debía transmitir a estos dos ungidos para animarles a seguir adelante con su tarea.
 
Como Zacarías explica, el poder necesario para llevar a cabo esa obra, no estaba en ellos mismos, sino en el Espíritu Santo: "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos". Este mensaje fue de mucho ánimo para el pueblo que finalmente concluyó la tarea de reedificar el templo.
 
La labor de estos dos testigos que encontramos en Zacarías, que ejercían su autoridad como representantes delegados por Dios mismo, son ahora asociados con los dos testigos de Apocalipsis. Y aunque en este último caso no se nos ofrecen más detalles sobre ellos, el Espíritu Santo espera que por medio de esta asociación nos demos cuenta de que ellos también tenían una misión similar a la de sus antecesores. Ellos también serían pocos, estarían rodeados de poderosos enemigos, y sin embargo, tendrían que animar al pueblo de Israel para la reconstrucción del templo y de la vida religiosa de la nación. 
 
El poder necesario para llevar a cabo su ministerio vendría únicamente del Espíritu Santo, y no de sus recursos económicos o militares, y sería muy bendecido, no sólo en relación a Israel, sino también como portadores de la luz de la verdad de Dios a todas las naciones. En relación a esto es interesante que notemos que estos dos testigos "están en pie delante del Dios de la tierra", lo que indica que cuentan con su aprobación y también que son sostenidos por su poder y autoridad.
 
Por lo tanto, lo que estamos viendo es que al final de los tiempos Dios levantará a dos testigos especiales de dentro del mismo pueblo de Israel con el fin de hacer volver a la nación a su fidelidad a Dios, y especialmente para prepararlos para la venida de su Mesías, el Señor Jesucristo. Porque no lo olvidemos, sólo él podrá poner fin al "tiempo de los gentiles".
3. La protección divina sobre los dos testigos
 
Para que puedan desempeñar su misión en un mundo hostil, Dios los equipará con poderes milagrosos para su propia protección: "Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma manera".
 
Ningún poder humano podrá detenerles. Como otros profetas en tiempos pasados, ellos también serán preservados milagrosamente hasta que hayan cumplido su misión. Recordamos, por ejemplo, cómo Moisés fue protegido frente a Faraón, o Elías frente a la malvada Jezabel.
 
Es más, todos aquellos que pretendan dañar a estos dos testigos, serán juzgados en el acto. El pasaje dice que sale fuego de su boca que devora a sus enemigos. Otra vez el profeta Elías es un buen ejemplo de esto, cuando dio la orden con su boca y cayó fuego del ciego sobre sus enemigos (2 R 1:10-12). Seguramente debamos entender el fuego que sale de su boca como un lenguaje figurativo para aludir al poder real que en su caso tendrán sus palabras (Jer 5:14).
 
Podemos imaginarnos la ira de sus enemigos, que tendrán que escuchar el mensaje de la Palabra de Dios sin poderlos silenciar de ninguna manera.
 
4. El poder sobrenatural de su ministerio
 
Pero el poder divino que les será concedido a estos dos testigos no sólo tiene como finalidad protegerles de la hostilidad de sus enemigos, sino también acreditar su predicación: "Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran". Una vez más las referencias al Antiguo Testamento resultan evidentes.
 
Estos testigos estarán capacitados para realizar tres clases de milagros o señales:
 
"Tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía". Esta mención nos recuerda inmediatamente a Elías en los días del rey Acab (1 R 17:1) (Stg 5:17-18).
 
"Tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre". En este caso la referencia es a Moisés, quien fue dotado de un poder semejante (Ex 7:17-19).
 
"Y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran". Y nuevamente recordamos las plagas en Egipto que vinieron por medio del ministerio de Moisés.
 
Como vemos, este tipo de milagros fueron propios de épocas de gran hostilidad contra Dios y sus siervos. Hemos recordado el ministerio de Moisés ante Faraón en Egipto y el de Elías ante Acab y su malvada esposa Jezabel. Pero no encontramos nada parecido en el Nuevo Testamento durante el ministerio de los apóstoles. Esto nos indica que en el futuro que describe el libro de Apocalipsis habrá nuevamente enemigos muy poderosos, y será necesario este tipo de milagros para vencer su resistencia. Eso no quiere decir, por supuesto, que no se predique la gracia y el amor de Dios, pero tal mensaje es muy probable que apenas logre tener alguna influencia sobre las personas. Aunque como ya hemos visto en otras ocasiones, tampoco los juicios de Dios logran conseguir el arrepentimiento de los hombres. En todo caso, el mundo impío no podrá pasar por alto el testimonio de estos dos testigos.
 
Por último, aunque el pasaje no nos revela la identidad de estos dos testigos, como hemos visto, mucho de lo que se nos dice de ellos se corresponde con lo que en el pasado hicieron Moisés y Elías. De hecho, como más arriba hemos señalado, Elías debería venir preparando a los israelitas para "el día de Jehová, grande y terrible" (Mal 4:5-6), y el mismo Señor Jesucristo confirmó que así debía ser (Mt 17:11). No obstante, esta última profecía, como muchas otras, tendría un doble cumplimiento: Elías aparecería antes de la primera venida del Señor y también de la segunda. Ahora bien, todos sabemos que el primer cumplimiento tuvo lugar con la venida de Juan el Bautista, quien según nos dice la Palabra, vino "con el espíritu y el poder de Elías" (Lc 1:17). El Señor confirmó que fue así (Mt 11:10-14) (Mr 9:11-13). Esto quiere decir que Elías y Juan el Bautista eran personas diferentes, pero que compartían el mismo espíritu y poder. Y apreciamos que efectivamente fue así cuando comparamos sus ministerios. Por lo tanto, no debemos pensar que estos dos testigos que encontramos ahora en Apocalipsis han de ser Elías y Moisés que regresarán del cielo para llevar a cabo esta misión y morir después, sino que serán otras personas diferentes que compartirán el mismo espíritu y poder que ellos tenían. Y como estamos viendo, la obra que realizarán estos dos nuevos testigos, guarda notables paralelismos con la de sus predecesores.
 

La bestia que sube del abismo

 

(Ap 11:7-10) "Cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará. Y sus cadáveres estarán en la plaza de la grande ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado. Y los de los pueblos, tribus, lenguas y naciones verán sus cadáveres por tres días y medio, y no permitirán que sean sepultados. Y los moradores de la tierra se regocijarán sobre ellos y se alegrarán, y se enviarán regalos unos a otros; porque estos dos profetas habían atormentado a los moradores de la tierra."
 
Como acabamos de ver, la misión de los dos testigos no podrá ser frustrada por ningún hombre hasta que "hayan acabado su testimonio". Y sólo después de eso, la "bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará".
 
1. ¿Quién es la bestia?
 
Esta es la primera referencia que tenemos a la bestia en el libro de Apocalipsis, pero a partir de aquí aparecerá con cierta frecuencia, así que es oportuno que nos preguntemos quién es.
 
El término "bestia" describe a un animal de presa semejante a un león o una pantera. Y contrasta claramente con el "Cordero", quien como ya sabemos, sirve en Apocalipsis para designar al Señor Jesucristo. Por lo tanto, podemos decir que es su antítesis.
 
Notamos también que "sube del abismo", lo que nos recuerda a los otros seres diabólicos que también salieron del "pozo del abismo" en (Ap 9:2-3). Por lo tanto, si provenía de ese lugar, la bestia tenía que estar relacionada necesariamente con las fuerzas del mal. Lo más probable es que sea el rey de todos los espíritus demoniacos que salieron del abismo, y que es descrito en (Ap 9:11) como el destructor, es decir, Satanás, el rey de todos los demonios.
 
2. La bestia hace guerra a los dos testigos y los mata
 
No cabe duda de que a la bestia le hubiera gustado acabar con estos dos testigos mucho antes. Los mil doscientos sesenta días que estuvieron profetizando sin ninguna limitación le tuvieron que resultar eternos. Pero una vez más, queda claro que los tiempos los marca Dios desde su trono celestial.
 
Cuando ellos concluyan su testimonio, entonces sí, la bestia "hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará".
 
Esto nos recuerda nuevamente la profecía de Daniel cuando hablaba del último período de siete años antes de la venida del Mesías a reinar en este mundo. Allí la bestia es presentada como un "cuerno" que "hacía guerra contra los santos, y los vencía" (Dn 7:21). Entendemos que con esto se termina la primera parte de esos siete años. La bestia romperá el pacto con Israel y hará cesar el culto del templo, llegando incluso a sentarse en él y exigir ser adorado. Es entonces cuando comenzará a manifestar su verdadero carácter e intenciones.
 
3. La exposición de su triunfo
 
Sólo él pudo acabar con los dos testigos, creando el asombro y gozo de los incrédulos. Sin duda, esta actuación le hará ganarse el aplauso, el apoyo, la simpatía y la admiración de mucha gente.
 
Por todo esto, querrá que todo el mundo vea los cadáveres de los dos testigos: "Y sus cadáveres estarán en la plaza de la grande ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado. Y los de los pueblos, tribus, lenguas y naciones verán sus cadáveres por tres días y medio, y no permitirán que sean sepultados".
 
Ante los cadáveres de los dos testigos, la bestia se exhibirá como vencedora absoluta, y en muy poco tiempo exigirá que le adoren. Hará creer a los hombres que no hay nadie más fuerte que ella, ni tampoco hay ningún Dios ahí afuera, así que ella se erigirá como el único poder absoluto.
 
Pero el hecho de no permitir que los dos testigos sean sepultados, no sólo tendrá como objetivo que todas las personas admiren su triunfo contra aquellos que parecían invencibles, sino que también pudiera servir de escarmiento a otros. Cualquiera que se atreva a enfrentarse con la bestia terminará del mismo modo que estos dos testigos. Era, por lo tanto, una exposición de fuerza.
 
Pero también había mucho odio. En casi todas las culturas es una enorme indignidad que los cuerpos queden expuestos a la vista de todos sin ser sepultados. Pero aunque estuvieran muertos, la bestia quería seguir humillándolos. Odiaba con todas sus fuerzas quiénes eran y lo que habían predicado. Y no sólo ella, sino que también las gentes de todos los lugares sentirán el mismo resentimiento contra ellos, así que continuarán desfogándose sobre sus restos exánimes.
 
Por eso se nos dice que las personas de todos "los pueblos, tribus, lenguas y naciones" querrán ver sus cadáveres. Será un espectáculo a nivel mundial. Habrá una gran expectación por ver a aquellos que por tres años y medio habían estado profetizando de parte de Dios sin que nadie pudiera impedírselo. Seguramente será retransmitido por las televisiones de todo el mundo y circulará ampliamente por internet. Y frente a aquellos impotentes cadáveres, la bestia aparecerá como el único poder supremo.
 
Otro detalle importante es el lugar en el que todo esto tendrá lugar. Se nos dice que "sus cadáveres estarán en la plaza de la grande ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado".
 
Una vez más Juan da un amplio rodeo para explicarnos el lugar exacto al que se refiere. De hecho, no llega a mencionar su nombre, sino que tenemos que deducirlo a partir de los datos que nos proporciona. Pero con esto tiene también una intención concreta: quiere mostrarnos el estado espiritual y social del lugar donde esto ocurre. ¿A qué ciudad se refiere?
 
Empecemos por notar que la identifica en sentido espiritual con Sodoma y con Egipto. Ambas son conocidas en la Biblia por su maldad y por haber experimentado los juicios de Dios. Sodoma representa la soberbia, perversión y corrupción moral (Gn 19:4-11) (Ez 16:49-50), mientras que Egipto nos recuerda la esclavitud, opresión y tiranía a la que el pueblo de Dios estuvo sujeto en el pasado.
 
La verdad es que hay muchas ciudades en este mundo a las que Juan podría estar refiriéndose con estas características, pero sólo hay una donde "nuestro Señor fue crucificado". Esta es una referencia inequívoca a Jerusalén. Y esta descripción que aquí se hace de ella, por mucho que nos sorprenda, no era nueva. El profeta Isaías se había referido en el pasado a los príncipes y al pueblo de Judá en términos muy parecidos: "príncipes de Sodoma y pueblo de Gomorra" (Is 1:10).
 
Aparentemente Jerusalén podría parecer una "ciudad santa", pero a los ojos de Dios era símbolo de persecución. Durante siglos persiguió a los siervos de Dios (Mt 23:37) (Hch 7:52-58), y finalmente, en un acto de maldad sin parangón, allí fue crucificado el mismo Hijo de Dios. Ahora, siguiendo con esa misma tradición homicida, era el lugar en el que murieron y fueron expuestos los cadáveres de estos dos fieles testigos.
 
4. La alegría del mundo por la muerte de los dos testigos
 
La muerte de los dos testigos originará una jubilosa celebración por todo el mundo: "Y los moradores de la tierra se regocijarán sobre ellos y se alegrarán, y se enviarán regalos unos a otros".
 
Resulta incomprensible, pero la causa de tanto regocijo se debía a que finalmente aquellos dos hombres de Dios habían sido silenciados. Este comportamiento resulta extraño, porque normalmente, cuando alguien muere, aunque haya sido un adversario político o religioso, siempre sus oponentes intentan expresar conceptos o recuerdos positivos sobre él. Pero en este caso se trataba de profetas de Dios que habían cumplido fielmente con la misión recibida, y esto siempre despierta el odio de las personas. Como alguien ha dicho, los únicos profetas que la gente quiere son aquellos que están muertos. 
 
Así que, por fin, la verdad de Dios había sido acallada y las personas se sentían liberadas: "porque estos dos profetas habían atormentado a los moradores de la tierra". Ya no condenarían sus pecados y podrían vivir como les diera la gana sin tener que escuchar sus reprensiones. Pero sin darse cuenta, al mismo tiempo que se habían liberado de los profetas de Dios, la bestia iba adquiriendo cada vez más dominio sobre los hombres.
 
Realmente todo esto ya está ocurriendo en nuestro mundo hoy. El evangelio del amor de Dios resulta ser un tormento para la humanidad, y celebran fiesta cuando por fin consiguen silenciar a Dios y a sus mensajeros. La predicación fiel del evangelio siempre incomoda a los que no quieren convertirse a Cristo. Un profeta que condene el pecado, siempre será un tormento para quienes le escuchen. Es así ahora y lo será siempre. 
 
Si esto es cierto, tal vez debamos preguntarnos entonces por qué en muchas partes la iglesia de Cristo vive tan tranquila en medio de este mundo sin que nadie se sienta incómoda por su presencia. ¿Quizá se deba a que hemos dejado de ser fieles a la Palabra de Dios y a nuestra misión en este mundo?
 

La resurrección de los dos testigos

 

(Ap 11:11-14) "Pero después de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que los vieron. Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: Subid acá. Y subieron al cielo en una nube; y sus enemigos los vieron. En aquella hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y por el terremoto murieron en número de siete mil hombres; y los demás se aterrorizaron, y dieron gloria al Dios del cielo. El segundo ay pasó; he aquí, el tercer ay viene pronto."
 
1. Los dos testigos son vindicados por Dios
 
La alegría del mundo duró poco, y una vez más, la victoria de Satanás fue más aparente que real. Miremos lo que pasó: "Pero después de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies". Ellos habían sellado su testimonio con su propia sangre, y ahora el Señor los vindicó confirmando su testimonio cuando los levantó de entre los muertos.
 
Estos hechos nos recuerdan inevitablemente la historia del Señor Jesucristo. El también sufrió la muerte allí mismo, en Jerusalén, y por la misma razón, por ser "el testigo fiel" (Ap 1:5). También en su caso los que le crucificaron aprovecharon la ocasión para menospreciarle y humillarle todo cuanto pudieron. Y cuando pensaban que ya habían acabado con él, su Padre lo resucitó de entre los muertos a los tres días, haciendo enmudecer el triunfo de sus enemigos y vindicándole ante el mundo.
 
Es verdad que Cristo había muerto, pero había vencido. Y no sólo había vencido a la muerte, sino que había acabado para siempre con el "que tenía el imperio de la muerte, esto es, el diablo" (He 2:14). Y aquí vemos que hace partícipes de esa victoria a todos aquellos que creen en él. Por lo tanto, los siervos de Dios no temen ser muertos. Aquí hemos visto que nadie puede hacerles daño en tanto que Dios no lo permita, pero si después son muertos, también vemos que Dios tiene el poder de resucitarlos. Por eso el Señor Jesucristo exhortó a sus discípulos con estas palabras:
 
(Mt 10:28) "Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno."
 
2. El mundo recibe un nuevo testimonio por medio de estos dos testigos
 
La resurrección de Cristo sólo fue vista por sus discípulos, quienes más tarde dieron testimonio de este transcendental hecho a todo el mundo, pero en este caso, todos tuvieron la ocasión de ver con terrible asombro cómo los dos testigos resucitaban, y también escuchar la voz del cielo que les llamaba a subir a su hogar celestial: "Y cayó gran temor sobre los que los vieron. Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: Subid acá. Y subieron al cielo en una nube; y sus enemigos los vieron". Tal vez en ese momento todo esto estaba siendo retransmitido por televisión o por internet.
 
Como bien dijo Job, "la alegría de los malos es breve, y el gozo del impío por un momento" (Job 20:5). De repente, la alegría de los enemigos se convirtió en un "gran temor". El triunfo de los dos testigos de Dios implicaba su propia derrota final.
 
Otra vez más había quedado en evidencia que el poder de Dios es infinitamente mayor que el de la bestia. Suponemos que este nuevo acontecimiento despertaría muchas dudas sobre la autoridad de la bestia, ¿qué haría para aplacarlas? La respuesta la veremos más adelante, en el capítulo 13, cuando la misma bestia hará todo lo posible por imitar lo que Dios había hecho por medio de estos dos testigos.
 
En cuanto a los dos testigos que acababan de ser resucitados, tal vez esperaríamos que reanudaran su ministerio de predicación, pero Dios tenía otros planes para ellos: los llamó al cielo. Su misión había terminado, y como hemos visto, los hombres de todas las naciones los habían aborrecido. En esa situación no tenía mucho sentido seguir insistiendo en lo mismo, así que Dios iba a hacer algo diferente, que serviría no sólo para mostrar la aprobación divina sobre estos dos testigos, sino también para dar nuevamente testimonio acerca de la victoria final de Cristo y de los suyos. Esto transmite un claro mensaje de ánimo a todos aquellos que sufren persecución en este mundo por causa de su fe en Cristo. Pablo lo resumió de esta manera:
 
(Ro 8:36-39) "Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro."
 
Pero Dios iba a hacer algo más después de la ascensión de sus siervos al cielo: "En aquella hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y por el terremoto murieron en número de siete mil hombres".
 
Dios ha usado los terremotos en otras ocasiones de la historia bíblica para convencer a los hombres de su pecado y vindicar su Palabra para que los hombres vuelvan a él. Por ejemplo, se produjo un terremoto cuando Cristo murió en la cruz (Mt 27:54) y también cuando resucitó (Mt 28:2).
 
Por otro lado, la destrucción de la décima parte de la ciudad y la muerte de siete mil hombres, anunciaban la indignación de Dios y su juicio.
 
3. La respuesta de los hombres al testimonio de Dios
 
No había ninguna duda de que todos estos acontecimientos procedían de Dios. ¿Cuál fue la respuesta de los hombres ante ellos? Se nos describe a continuación: "y los demás se aterrorizaron, y dieron gloria al Dios del cielo".
Aquellos que no habían muerto como consecuencia del terremoto, sintieron un profundo terror, y el texto nos dice que "dieron gloria al Dios del cielo". ¿Significa esto que se arrepintieron y se convirtieron en verdaderos adoradores de Dios? Mucho nos gustaría que fuera así, y que la muerte de los dos testigos pudiera servir para que finalmente y a pesar de todo, las personas llegaran a conocer a Dios.
 
Pero cabe también la posibilidad de que su confesión fuera superficial y pasajera. Como ya hemos visto anteriormente, el temor a los juicios de Dios no produce en los hombres un auténtico arrepentimiento (Ap 9:20-21). No sería la primera vez que los hombres reconocen la gloria de Dios ante sus hechos portentosos, pero sin llegar a rendirse a él. Así fue con los magos de Egipto (Ex 8:19), o con los filisteos (1 S 6:5).
 
Lo cierto es que la impresión que el pasaje nos ofrece es la de una humanidad que está pronta a vitorear al último vencedor y humillar al vencido. Cuando los testigos fueron vencidos por la bestia se sentían felices con ella, y ahora cuando el Señor los resucita, todos parecen reconocer la gloria de Dios. Pero ante personas tan superficiales y carentes de sentido, es de esperar que pronto vuelvan a cambiar de opinión, y de hecho, así será. Un poco más adelante veremos a la humanidad rendida nuevamente ante la bestia:
 
(Ap 13:3-4) "Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?"
“Mi hogar está en el cielo. Solo estoy viajando por este mundo”.
“El que muere en Cristo no  muere… ¡NO LO CREA!”

 “¡No lo crea!” Ese día es que pasamos de muerte a vida.

Quizás usted lo escuchara  por alguna estación de radio, lo verá por alguna estación de  televisión, lo leerá en algún  diario escrito o digital, alguna red social; ¡pero no lo crea! Porque ese el día cuando estaremos más vivo que nunca.

A este mensaje en particular, es uno de los mensajes más personales de todos porque a usted y a mí no sucederá lo mismo, en cuantos a la muerte: “¡No lo crea!”

“Quiero en este día, mi amigo, ser muy franco con usted. Algún día le va a llegar la noticia, pueda ser que algunas ondas radiales la transmitan, u otro medio de comunicación lo publique, que usted o yo hayamos muertos. Digo eso por la sencilla razón de que tarde que temprano todos tenemos que morir. Si Jesucristo tarda en su regreso al mundo, todos los que ahora vivimos tendremos que pasar por el río de la muerte, y aunque nadie sabe cuándo, todos sabemos que ese día es seguro.

Así que amigo, ya sea por voz audible, por el periódico, o por este mismo medio, algún día usted oirá la noticia de que usted o yo, hayamos muerto. Cuando eso ocurra: ¡no lo crea! En cuanto a mi... Así como se lo estoy diciendo: ¡no lo crea! Si hemos nacidos del agua y el espíritu.

 “Algún día leerás o escucharás que
Juan Carela está muerto. No creas ni una palabra de eso. Estaré más vivo de lo que estoy ahora. Solo que habré cambiado mi dirección. Estaré en la presencia de Dios”.

No, no es que alguien haya mentido. No creo yo que cupiera en el corazón de alguien engañar en una cuestión tan importante. No es eso. Si llegara el anuncio, lo más probable es que, en efecto, mi corazón haya dejado de latir. Pero el verdadero yo, aquello que es mi personalidad, mi fuero interno, mi alma, mi vida espiritual, no habrá muerto. Más bien, ese es el día en que estaré más vivo que nunca.

Es que, amigo mío, yo nací dos veces. La primera vez nací en la carne, pero volví a nacer, cuando acepte al señor Jesucristo como mi salvador personal el 26 de marzo de 1996. El primer nacimiento fue el del cuerpo, el segundo nacimiento, fue el del espíritu, y aunque el cuerpo muera, el espíritu nunca morirá. Al contrario, el simple hecho de haber nacido de nuevo me garantiza la vida eterna junto mi Señor Jesucristo.

Así que, cuando si oyere la noticia de mi deceso, ¡no la crea! ese es el día en que el verdadero yo se ha trasladado a una vida superior, a la vida eterna, a la vida en la que no hay enfermedad, ni dolor, ni tristeza, ni llanto, ni  hambre, ni frío, ni calor; donde no hay remordimiento, ni pecado, ni muerte. Ese es el día, mi amigo, en que de veras   estaré más vivo que nunca.

¿Ha tenido usted la experiencia del segundo nacimiento? Jesucristo le dijo al dirigente judío llamado Nicodemo: ‘os es necesario nacer de nuevo’, y amigo, esa misma declaración es tan verdadera hoy como lo fue el día en que Jesús la hizo. ¿Ha nacido usted de nuevo?”

Juan 6:63 El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.

Jua 3:5  Respondió Jesús: De cierto,  de cierto te digo,  que el que no naciere de agua y del Espíritu,  no puede entrar en el reino de Dios.

Jua 3:6  Lo que es nacido de la carne,  carne es;  y lo que es nacido del Espíritu,  espíritu es.


"Cristo viene"


POR FAVOR SALVA A UN ALMA HOY.
Yo ya hice mi parte.
Ahora es tu turno para expandir el evangelio.
Dios los bendigas a todos.
 
Y POR FAVOR NO TE OLVIDES DE COMPARTIR ESTE TRATADO, ESTOY ORÁNDOLE A DIOS PARA QUE TODOS LOS QUE LEAN ESTE TRATADO REFLEXIONEN Y SE SALVEN.
 POR FAVOR ES URGENTE, NO SEA NEGLIGENTE;  AYUDA A QUE LA GENTE LEA ESTE BOSQUEJO Y SE SALVEN DIOS TE BENDIGA.
 
Apocalipsis 22:12 He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.
Cristo viene…

La decisión del jefe de la policía  Mayor General, Eduardo Alberto Then de mandar la uniformada a los cultos, en las iglesias, es la decisión más sabia, jamás ejecutada por algún jefe de policía en nuestro país. 

 Si Jehová no guardare la ciudad, En vano vela la guardia. El pueblo de Dios no debe temer que la policía asista a los cultos, fue el Dios el todo poderoso que ilumino la mente del Mayor General, Eduardo Alberto Then para que tomara esa sabia decisión para contrarrestar la delincuencia que azota nuestro país.

Dios, como creador de todas las cosas, conoce a cada uno de nosotros, por lo cual, de Él es que viene nuestra protección, si somos guardados es por Su gracia y poder.

El Señor es nuestra luz y salvación, sólo en Él podemos confiar todos los días, solo Él es quien nos da la sabiduría y la valentía para poder continuar. Cada día ilumina nuestro caminar para que podamos ver más claro y no tropecemos ante los problemas que se presentan.

Alberto Then: Haz lo que Dios te dices que hagas, nada más, nada menos, no se trata de un juego; estas en la voluntad de Dios o estas fuera de ella…

Levanten sus ojos y miren hacia arriba, ¿Quién creó todo eso? El que hace salir su ejército de estrellas una por una y a todas llama por su nombre. Porque nada escapa a su gran fuerza y poder. Isaías 40:26

Jeremías 23:29 ¿No es mi palabra como fuego —declara el Señor— y como martillo que despedaza la roca?

Bendito sea el SEÑOR, Dios de Israel, desde la eternidad hasta la eternidad. Amén y amén. Salmo 41.13

Salmos 127:1 Si Jehová no edificare la casa, En vano trabajan los que la edifican; Si Jehová no guardare la ciudad, En vano vela la guardia

Isaías 40:15  He aquí, las naciones son como gota en un cubo, y son estimadas como grano de polvo en la balanza; he aquí, El levanta las islas como al polvo fino.

"Por lo demás,  hermanos míos,  fortaleceos en el Señor,  y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios,  para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne,  sino contra principados,  contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo,  contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios,  para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes".

La guerra espiritual es la continua batalla entre los ejércitos y las fuerzas del diablo. El Ejército de Dios está formado por Sus ángeles. Son espíritus creados por Dios para que le sirvan, estando sujetos a éste voluntariamente. Como espíritus creados, tienen dos características:


Son eternos y, Tienen libre albedrío (determinación).
Por esta razón Lucifer, (Lucero o Luzbel) un ángel prominente de Dios, descrito por Ezequiel como un Querubín (comparado con el Rey de Tiro), (28:12-19); y por Isaías dirigiéndose el rey de Babilonia, como Lucero de la mañana (14:12-19), dijo:

“Subiré hasta los cielos. ¡Levantaré mi trono por encima de las estrellas de Dios! Gobernaré desde el extremo norte, en el monte de los dioses. Subiré a la cresta de las más altas nubes, seré semejante al “Altísimo”
Se rebeló contra Dios, y fue echado del lugar de privilegio del que gozaba, junto con los ángeles que le siguieron. Así se convirtió en Satanás y Diablo, como “Príncipe de este siglo”

Y comenzó una guerra en el cielo: “Miguel (un arcángel de Dios) y sus ángeles pelearon con Satanás y sus ángeles, pero estos no prevalecieron, ni fue hallado nunca más el lugar de ellos en el cielo. 

Y fueron arrojados a la tierra el gran dragón, la serpiente antigua que se llama diablo y Satanás, el cual engaña a todo el mundo y sus ángeles junto con él”

Apocalípsis 12: 7-9

Comenzó su lucha “con sus sagaces armas espirituales”, engañando a Eva; quien a su vez hizo caer también a Adán.
Fue su triunfo sobre el hombre. Su primera batalla ganada, adueñándose del señorío de todo lo que Dios había entregado al primer Hombre.
 

¿Cuándo entró Satanás en el mundo creado?

La Biblia no es muy explícita en relación a su obra anterior a la rebelión, sin embargo estudiando Isaías 14:12-15 y Ezequiel 28:12-16 podremos aceptar algunos hechos supuestos en relación a este personaje.
Dice ISAÍAS 14:17,
“Los que te ven, te clavan la mirada y reflexionan en cuanto a tu destino: ¿Y éste es el que sacudía a la tierra y hacía temblar a los reinos, y el que dejaba el mundo hecho un desierto, el que arrasaba sus ciudades y nunca dejaba libres a los presos?

Es probable que entrara después de que Dios creara los cielos y la tierra (GÉNESIS 1:1); pero antes “de que la tierra estuviera desordenada y vacía y las tinieblas estuviesen sobre la faz del abismo” (GÉNESIS 1:2)

Con sus ángeles instaló su gobierno y organizó su ejército de la misma manera como él había conocido cuando estaba con Dios: Príncipes, Potestades, Gobernadores, Huestes. Y contra estos son lo que tenemos lucha. Son enemigos de Dios, pero no pueden luchar contra Él.


Esta lucha, aunque no sea visible, es real; sus estragos se producen en las almas de seres humanos dotados de libre albedrío. Si se tratara simplemente de una cuestión de poder, el Dios Todopoderoso podría dominar al príncipe de las tinieblas en un momento. Pero la lucha por las mentes y los cuerpos continúa debido a que el desequilibrio de la lucha depende de la voluntad humana.

El adversario, que odia todo lo que se parezca remotamente a la imagen de Dios, también aborrece al hombre e intenta controlarlo.
 

Echemos un vistazo a los detalles de esta lucha

En el versículo 12 de Efesios, nos dice que la  lucha no es contra sangre y carne.
Una de las más grandes demandas de la Iglesia es saber distinguir entre la lucha espiritual, otras de tipo social, personal o político. De otra manera, creyentes individuales y grupos de creyentes son fácilmente arrastrados a entablar batalla contra adversarios humanos, en lugar de luchar por medio de la oración contra las invisibles maniobras del infierno que está detrás de la escena.


Sobre las bases de este pasaje se anuncia la responsabilidad asignada a la Iglesia de participar en la batalla de la oración, con el propósito de que el mal sea obligado a retroceder de esa forma, imponiendo la voluntad de Dios. 

Conociendo al enemigo

Una de las principales informaciones a tener en cuenta cuando un ejército entra en guerra es “LA SITUACIÓN”
La situación incluye una serie de datos que son indispensables para preparar el Plan de Acción.
Uno de estos datos son: EL ENEMIGO.

¿Quién es, o quiénes son? ¿Cuántos son? ¿Cómo están armados o que poder tienen? ¿Cómo están preparados?

Son Ángeles caídos.
Dice que son Principado, Potestades, Gobernadores de las tinieblas de este siglo, Huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.


Evidentemente Satanás, debió tener presente de que manera estaba organizado el ejercito espiritual de Dios, del que formaba parte. Y lo imitó.
Por eso trataremos de ir descubriendo, contra quienes debemos luchar, no solo para defendernos, sino también para atacarles, hacerlos retroceder, perseguir hasta que dejen libres las posesiones robadas.


Por que con el poder que Dios nos ha dado, tenemos asegurada la victoria, ya que “ni la puerta del Hades prevalecerá contra la Iglesia”
Debemos mantenernos firmes, puesto que la victoria ha sido lograda por Jesucristo en la cruz
 

Principados

Es un territorio. No se refiere a persona o se espiritual, sino al territorio que está bajo su responsabilidad.
Son poderes espirituales del mundo invisible (sean buenos o malos)
Los malos luchan contra la posición celestial de los santos. En Daniel 10:13, vemos unos de los ejemplos más claros del Antiguo Testamento. Ejércitos de demonios se oponen a los propósitos de Dios. Las luchas terrenales a veces reflejan las que tienen lugar en los cielos. Ajustemos nuestras luchas espirituales HOY, a la situación ACTUAL en la que vivimos en todo el mundo.
El “príncipe de Persia” era la cabeza de las fuerzas espirituales que comandaban el principado de Persia, luchando especialmente contra el pueblo de Dios.


Algunos Ángeles tienen influencias sobre determinadas naciones. El gobernante de Persia, un ángel malvado cuya habitación estaba en los lugares celestiales (el dominio invisible), intentó retener a los cautivos israelitas para que no regresaran a su tierra natal. Esto nos revela el gran dominio que tales principados y potestades de las tinieblas pueden ejercer sobre las naciones. En este mismo capítulo encontramos otros “príncipes” angelicales que gobiernan naciones: uno bueno, Miguel, gobierna y guarda las actividades de Israel (versículo 13). “El príncipe malo de Grecia” (vs. 20), quien, tal y como fue profetizado, finalmente impuso su predominio sobre “el príncipe de Persia”
La guerra de Miguel en las regiones celestiales debía estar dirigida contra Persia y después contra Grecia. Cada una de estas naciones iba a tener poder sobre el pueblo de Dios. Persia y Grecia estuvieron representadas por “príncipes” demoníacos. Pero Dios es el Señor del pasado, del presente y del futuro, y todos los hechos están registrados en el “libro de la verdad".
 

Potestades y Gobernadores

Tenían dominio sobre una jurisdicción. Se refiere al grado o nivel angélico. Autoridad, derecho. Los diferentes grados de los Ángeles caídos del ejército de Satanás, no implican mayor autoridad ni dominios especiales sobre nosotros.
Por ello no debemos sentirnos amedrentados.
  

Huestes

Las huestes de Satanás se dedican a obstaculizar y obstruir la obra de Cristo y a poner fuera de combate a los soldados individualmente.
Cuanto más efectivo sea un creyente para el Señor, tanto más experimentará los salvajes ataques del enemigo.
El mandamiento a tener en cuenta, es que “seamos fortalecidos en el Señor, y en los ilimitados recursos de su fuerza”
 

El tiempo en que estamos viviendo

Esto también forma parte de la situación. Si nos ubicamos en el Antiguo Testamento, veremos que las guerras que enfrentaba el pueblo de Dios, eran con armas físicas y principalmente con la ayuda espiritual de él. La realidad de la lucha espiritual nos motiva a aprender cuando sabio es tener una preparación apropiada. Los pasajes de la escritura que estamos estudiando contienen la instrucción clásica y completa para prepararnos para una batalla espiritual, la lucha en las “regiones celestes”; en “el reino invisible de los conflictos espirituales” que siempre nos rodean.
Comprendemos, naturalmente, que lo decisivo en esta batalla espiritual no está bajo nuestro control, sino en el del Señor. Por medio del poder de la oración (Efesios 6:18), cuando estamos equipados con recursos espirituales (2 Corintios 10:3-5 Y Efesios 6:12-17),  se nos da todo el armamento potencial necesario. También se nos da la garantía de la victoria final (Mateo 16:18), abalada por la resurrección de Cristo de entre los muertos (Apocalípsis 1:18)

Traductor del Blogs

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