En un tranquilo pueblo costero de la República Dominicana, la vida transcurría con la calma que solo el mar Caribe podía ofrecer. Las casas de colores brillant...
George B. Brummell, el secreto del seductor
George B. Brummell fue considerado el árbitro de la moda en la Inglaterra de finales del siglo XVIII y principios del XIX.
Apodado como “Beau Brummell” (el bello Brummell) era un seductor innato.
En cierta ocasión se le preguntó por el secreto de su éxito con las mujeres, a lo que Brummell respondió:
« Es fácil. Trato a las verduleras como duquesas y a las duquesas como verduleras, y me va tan ricamente.»
El presidente del Consejo de Ministros, Antonio Cánovas del Castillo, recibió a unas mujeres que fueron a pedirle un favor, al mismo tiempo que que éstas se disculpaban por ello:
- ¡Ay, don Antonio! Debe usted de estar harto de nosotras, porque no dejamos de pedirle cosas.
El político, conocido también por su fina ironía, contestó:
- Señoras, a mí las mujeres no me molestan por lo que me piden, sino por lo que me niegan.
Montgomery, Churchill y el tabaco

El mariscal Montgomery tenía una fuerte postura antitabaco que chocaba frontalmente con la afición a los cigarros de Winston Churchill. Se cuenta que un día, Montgomery dijo a Churchill:
Yo no bebo ni fumo. Duermo bastantes horas. Por eso estoy en forma al ciento por ciento.
— Yo bebo mucho, duermo poco y fumo un cigarro tras otro. Por eso estoy en forma al doscientos por ciento.
Descubridores de dinero
Durante la crisis económica de mediados del siglo XIX, un acreedor ansioso por cobrar la deuda que había contraido el gobierno con él le dijo a Ramón María Narváez, Presidente del Consejo de Ministros:
-España cuenta con hombres insignes, como Cristobal Colón, que descubrió América. ¿Por qué nadie del gobierno descubre la manera de pagarnos?
Narváez le contestó:
-Mire usted, Colón descubrió América porque había una América que descubrir; nosotros no podemos descubrir dinero porque no lo hay.
Einstein y cómo se fríe un huevo
Durante una entrevista, un periodista le pregunto a Einstein si podía explicarle la ley de la Relatividad de una manera sencilla para poder entendela.
Einstein le contestó:
- ¿Me puede Ud. explicar cómo se fríe un huevo?.
El periodista lo miró extrañado y contestó:
-Pues, sí, sí que puedo.
A lo cual Einstein replicó:
-Bueno, pues hágalo, pero imaginando que yo no sé lo que es un huevo, ni una sartén, ni el aceite, ni el fuego.
La casera de Halbey
En sus años de juventud, el escritor, novelista y dramaturgo alemán, Max Halbe tenía serias dificultades para pagar el alquiler del estudio en el que vivía.
La casera era una mujer paciente pero, un día, ya no pudo más y le dijo:
-Señor Halbe, si no me paga ahora sentiré tener que pedirle que se marche
-Mi querida señora, por favor, ¡no lo haga!- contestó muy afectado -Deje que le sugiera otro castigo: súbame el alquiler
El sentido del humor de Emilio Arrieta
El compositor Emilio Arrieta poseía un sentido del humor a prueba de casi cualquier circunstancia, incluida la proximidad de su propia muerte.
Precisamente el día anterior a que sucediera ésta, lo pasó tumbado en el lecho, charlando despreocupadamente con varios colegas.
Llegó otro de sus amigos en ese momento y, como dicta la cortesía, le preguntó cómo se
encontraba. a lo que que Arrieta respondió, divertido:
-Pues bastante mal, amigo mío. Tan mal me encuentro que, si al amanecer me comunican que he fallecido, no me extrañaría lo más mínimo.
La ropa interior de Gil Robles
En cierta ocasión, el Ministro de la Guerra durante la 2ª República, José María Gil Robles fue interrumpido por un contricante político que le espetó:
-¡Su Señoría es de los que todavía lleva calzoncillos de seda!
A lo que Gil Robles replicó:
-No sabía que la esposa de Su Señoría fuese tan indiscreta .
El excéntrico Mr. Gulbenkian
Nubar Gulbenkian destacó como magnate del petroleo y multimillonario pero, sobre todo, por ser un personaje de lo más excéntrico. Varias son las anécdotas que podemos encontrar sobre él….
- De muy joven fue contratado por su padre como trabajador no remunerado. Cierto día demandó a la empresa por 10 millones de dólares y todo por que no habían querido abonarle los 4,50$ que había pagado en la cafetería al tenerse que quedar a comer al realizar horas extras.
- Una de las frases lapidarias que dijo y quedó para la posteridad fue:
- Pero el súmmun de la excentricidad fue en aquella ocasión en la que rellenando un formulario, al llegar a la casilla que le preguntaba “Posición en la vida” (“Position in life), sin inmutarse contestó:
¿Quién le habría gustado ser Sr. Choate?
Joseph Hodges Choate (1832-1917), abogado y diplomático norteamericano, era también multimillonario y poseía un gran sentido del humor.
En una comida, alguien le preguntó quién le habría gustado ser, de no ser él mismo.
No dudó ni un instante y contestó:
A principios del siglo XX, el multimillonario escocés, Andrew Carnegie sentía tal devoción por su perro que, tras perderlo a orillas del lago Michigan, acudió al periódico local para poner el siguiente anuncio:
“Se busca a un fox-terrier blanco que responde al nombre de Billy. Recompensa de mil dólares a quien lo encuentre”
Al día siguiente comprobó como el anuncio no se había publicado y Carnegie fue a la redacción a protestar, pero al llegar allí comprobó que tan solo se encontraba la señora de la limpieza:
-¿Es qué no hay nadie?- preguntó, intrigado.
-No, por lo que he oído, se han ido todos en busca de un perro blanco llamado Billy
En ese tiempo mil dólares era una fortuna.
Puros en buena compañía
El conde Gottlieb Von Haeseler, general del ejército prusiano, era un gran fumador de puros olorosos. En cierta ocasión, se encontraba en la sala de espera del tren fumándose uno de sus cigarros puros cuando entró en la habitación otro pasajero.
Molesto por el fuerte olor del tabaco del conde, sacó uno de sus cigarros y se lo ofreció diciéndole:
-No hay nada mejor que fumarse uno de estos en buena compañía.
Von Haeseler lo cogió, se lo guardó en su pitillera y siguió con su puro.
-¿Por qué no lo enciende?- le preguntó extrañado
-Esperaré, como usted bien dice, a encontrarme en buena compañía.
La suegra de Foch
El mariscal francés, Ferdinand Foch visitaba el Gran Cañón del Colorado junto a un coronel norteamericano que actuaba de guía y acompañante.
Se pararon al borde del abismo y, cuando todos esperaban unas palabras memorables, el mariscal respiró hondo y sentenció:
-¡Ah, espléndido lugar para despeñar a la suegra de uno!
“He visto lo que hay en el mundo “, “y no tiene nada bueno que pueda ofrecerme .Jesús es mi única fuente de paz”.
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