Juan 1:1al 4; Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas,
y que tengas salud, así como prospera tu alma. 3 Pues mucho me regocijé
cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de tu verdad, de cómo
andas en la verdad. 4 No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis
hijos andan en la verdad.
Wiseman quería investigar hasta qué punto nuestro éxito depende del impacto de la suerte, de los golpes de azar, de estar en el momento justo, en el lugar correcto y a la hora adecuada. Finalmente, Wiseman pudo comprobar por qué algunas personas tienen más suerte que otras, llegando a la conclusión de que cualquier persona puede desarrollar la habilidad de generar más suerte para sí mismo.
"Para iniciar mi estudio puse anuncios en periódicos y revistas para atraer tanto a las personas que se sentían muy afortunadas como aquellas que se sentían completamente desafortunadas. Durante 10 años analicé a cientos de personas que iban desde los 18 hasta los 80 años de edad".
A través de diferentes pruebas que no nos vamos a poner a detallar en estos momentos, se podía llegar a la conclusión de que cuanto más culta era una persona (inteligencia básica), más suerte tenía. Aunque finalmente las personas afortunadas generan buena suerte a través de 4 principios básicos.
Las personas afortunadas....:
- Son expertas en crear y notar oportunidades casuales.
- Toman decisiones afortunadas al escuchar su intuición.
- Crean profecías autocumplidas mediante expectativas positivas.
- Adoptan una actitud flexible que transforma la mala suerte en buena suerte.
Las personas con mala suerte no siguen su intuición, pues realmente no confían en sí mismos, y por tanto, creen que su intuición les va a llevar a una mala decisión.
Mientras que la misma "sensación" para la persona afortunada se llama "corazonada", para la desafortunada suele predecir una "cagada".
Las personas con mala suerte suelen ser personas de rutinas fijas. Tienden a hacer las mismas cosas y hablar con las mismas personas. No introducen variedad ni diversificación en sus vidas. Nunca salen de esa zona de confort, y por tanto, aún no teniendo mala suerte es muy difícil que les encuentre la buena.
Las personas afortunadas suelen mirar el lado positivo de las situaciones negativas. Ejemplo del Doctor Wiseman: "suelen tener un pensamiento positivo, hasta el punto que si caen por una escalera y se rompen el brazo, se sienten afortunadas, ya que podrían haberse roto la cabeza."
Pero, ¿realmente podemos aprender a tener más suerte?.
El experimento de Wiseman consistió en crear una especie de "escuela de la suerte" donde cogió a los menos afortunados y les enseñó a pensar como los más afortunados. Asegura que meses más tarde, el 80% de los más "gafes" se sentían tipos con suerte al haber logrado muchos retos que hasta aquel entonces no habían alcanzado. La vida de aquellas personas mejoró notablemente en todos los aspectos.
Finalmente, la suerte también es una cuestión mental y de hábitos. Como dijo Warren Buffett en la entrevista de Bloomberg: "Hay mucho azar en la forma que venimos al mundo. No podemos elegir el vientre del que salimos, pero una vez salimos, tú decides el tipo de persona que vas a ser, aunque tengas que esforzarte más que otros."
- A veces llamamos suerte a la correcta planificación, y mala suerte a la falta de un plan u objetivo.
- Llamamos suerte a las horas de dedicación en el aprendizaje de una habilidad.
- Llamamos suerte al resultado del sacrificio y esfuerzo continuado tras días o años
¿BUENA O MALA SUERTE?
Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman. Romanos 8:28
«¡Este es mi
día de suerte!», exclama uno. «Me persigue la mala suerte», dice otro.
«¿Cómo puedo mejorar mi suerte?», pregunta un tercero. Esta es la manera
usual como mucha gente entiende los sucesos comunes de la vida. Pasan
sus días esperando «el golpe de suerte». ¿Qué actitud debería tener el
joven cristiano? Una antigua historia que relata Max Lucado nos puede
ayudar a responder esta pregunta.
Se cuenta que
un anciano campesino tenía un hermoso caballo. Mucha gente quería
comprárselo, pero el hombre por nada del mundo quería venderlo. Cierto
día el caballo se escapó. Entonces los vecinos visitaron al anciano. —
¿No es una señal de mala suerte que su caballo se haya ido? —Si es buena
o mala suerte, no lo sé —respondió el campesino—. Solo Dios lo sabe.
Días después el
caballo regresó con una manada de caballos salvajes. Entonces los
vecinos lo visitaron de nuevo. Esta vez para felicitarlo por su buena
suerte —Si es buena o mala suerte, no lo sé —dijo—. Solo Dios lo sabe.
Al poco tiempo
de la llegada de los caballos, el panorama cambió por completo: el hijo
del campesino se cayó de uno de los caballos y se fracturó una pierna.
Nuevamente llegaron los vecinos, esta vez para decirle que se habían
equivocado al decir que tenía buena suerte.
—Si es buena o mala suerte, no lo sé. Solo Dios lo sabe.
Semanas después
estalló una guerra entre su país y un país vecino. Se decretó que cada
joven mayor de edad que estuviera sano tenía que ser reclutado. El hijo
del anciano fue excluido por tener una pierna fracturada. Otra vez
vinieron los vecinos...
—Si es buena o mala suerte, no lo sé. Solo lo Dios sabe (In the Eye of the Storm [En el ojo de la tormenta], pp. 144-147).
¿Tenía el
anciano buena suerte o mala suerte? La respuesta del cristiano es: Ni la
suerte ni el destino dirigen nuestra vida. No hay que consultar el
horóscopo ni a los adivinos porque ¡es Dios quien dirige nuestras vidas!
Su Palabra nos guía, su poder nos sostiene y él está de nuestra parte
en las buenas y en las malas. ¿Qué más se puede pedir?
Gracias, Señor, porque mi vida está en tus manos. No hay mejor lugar donde yo pueda estar.
"Cristo viene"
“A Dios sea la gloria, honrará y honor por los
siglos de los siglos
No te olvide Cualquier información que desee saber: Hacérmela
llegar, soy todo oído...
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