Este libro sobre el
juego y el azar sería incompleto si no mencionara yo a los varios e
ingeniosos sistemas que aparecen de cuando en cuando con la finalidad de
hacer quebrar a la banca, y levantar una fortuna, del paño verde. Puedo
afirmar rotunda y definitivamente que no se ha concebido aún el sistema
que pueda vencer al banquero en lo que va del siglo. Hasta donde mi
experiencia alcanza, sólo una persona logró desbancar al Casino de Monte
Carlo por medios legítimos; y esa persona se llamaba Jaggers.
Construyeron las pequeñas cavidades de cada rueda, sobre la que debía asentarse la bolilla, en forma tal que cada noche pudieran cambiarse las ruedas de una mesa a otra, sin la más mínima desnivelación en el equilibrio de las mismas. Esto derrotaría a Jaggers, pero el pequeño genio, cuando se dió cuenta de ello, abandonó el Casino, rumbo a su ciudad natal, al norte de Inglaterra, pero llevando, eso sí, las 80 mil libras que ganara al Casino.
Persuadido éste de que, sin duda, es preferible cualquier cantidad de dinero contante a todas las reservas de los banqueros, accedió a traspasar su secreto al augusto cliente, quien varios días más tarde, efectuó una visita de incógnito a los salones para ensayarlo. Para pasmo y enojo de Su Majestad, el sistema engrosó las utilidades del Casino en 5.000 luises. Se pregunta uno si el matemático retornó alguna vez a su sillón académico, y qué ocurrió si lo hizo.
Cuando el gato no está, los ratones hacen fiesta
Está claro que esto es algo que necesitamos para sobrevivir, imaginen si no fuera por ese optimismo innato que nos hace afrontar los problemas de la vida, sería terrible, viviríamos asustados y en eterna depresión. Lo malo es que este fenómeno de la ilusión de control, que tan beneficioso es en otros aspectos de la vida, es letal para el jugador de casino y a veces para los banqueros centrales.
Recientemente un informe del banco germano Dresdner Kleinwort Wasserstein leía como Langer demostró la existencia de esta ilusión de control.
En una muestra muy amplia de población a determinadas personas se les asignó un número de la ruleta al azar y a otras se les dejó escoger el número que quisieran. Los resultados fueron sorprendentes, aquellos que escogían el número apostaban una media de 9 dólares por billete, los que se tenían que conformar con un número al azar apostaban una media de 2 dólares. Es decir, los jugadores que escogían los números sufrían de pleno la ilusión de control y esto les hacía apostar 4,5 veces más que los que no, cuando obviamente el hecho de escoger el billete no tenía ninguna influencia sobre el azar puro que determinaría el número premiado.
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