En un contexto de estancamiento para
la mayoría de los países de la región, hay uno que se diferencia del resto. Si
bien no es de los más ricos, crece desde hace cinco años a una tasa de 6,1%
promedio, reduciendo la pobreza, el desempleo y la desigualdad. Las fortalezas
y las debilidades del modelo Dominicano.
Las exportaciones de
oro son otra fuente de divisas para el país
Danilo Medina |
No fue un buen lustro para América Latina. En los primeros
años de la década pasada concluyó el ciclo alcista de los commodities,
que había permitido una bonanza extraordinaria. La región está estancada
desde 2013, con un crecimiento promedio de apenas 0,4% del PIB al año,
según datos de la Cepal.
En este escenario sombrío, hay un país que sobresale. Entre
2014 y 2018, último año con cifras oficiales, República Dominicana creció a una
tasa media de 6,5% anual, más que cualquier otro país latinoamericano. El
que más se le acercó es Panamá, con una expansión de 5 por ciento.
Según las proyecciones del FMI, en 2019 volvió a liderar el
crecimiento regional con un 5%, por encima del 4,3% panameño. Si se tomara
este dato como referencia, el promedio del último quinquenio bajaría a 6,1%,
pero seguiría siendo cómodamente el más alto.
“La economía dominicana creció casi 20 veces más que la media de la región
durante el cuatrienio 2016—2019. Esta diferencia tan abismal tiene su
origen, parcialmente, en que sus ciclos económicos, con frecuencia, no
coinciden con los de importantes países de Sudamérica. El boom de las
materias primas, incluido el petróleo, prácticamente terminó hace un lustro.
Mientras que para América del Sur esto ha tenido efectos recesivos, para
República Dominicana ha sido un factor positivo. El Caribe y Centroamérica se
benefician de los menores precios de la energía, de los alimentos y de otros
productos básicos”, explicó el economista Pedro Silverio Álvarez, profesor de
la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra.
Este pequeño país caribeño, de 10,7 millones de habitantes,
que comparte la isla La Española con Haití —la nación más pobre del
continente—, está muy lejos de ser rico. El PIB per cápita dominicano a precios
constantes es de 7.501 dólares, la mitad del chileno, que es el más elevado de
la región. De hecho, es un país con altos índices de emigración, por la gran
cantidad de personas que durante muchos años se fueron para buscar mejores
oportunidades laborales en otras partes del mundo.
Pero lo notable es el progreso que viene experimentando en este tiempo, que le
ha permitido acercarse a naciones que antes estaban muy lejos. El PIB por
habitante de República Dominicana creció 29,1% en los últimos cinco años.
Nuevamente, el que más se le acercó fue Panamá, con 17,7 por ciento.
Cuando se mira el Índice de Desarrollo Humano, que elabora el
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, se aprecia que está en la
media latinoamericana, con muchos países por encima. Pero en los últimos
cinco años subió 4,6%, de 0,712 a 0,745. Solo por debajo de Guatemala, que
avanzó 5,7% (de 0,616 a 0,651).
“Durante los últimos 25 años, la economía dominicana ha crecido a un
promedio anual de 5,8 por ciento. Solo entre 2001 y 2004 en el gobierno de Hipólito
mejía el PIB se comportó por debajo o muy cerca del crecimiento vegetativo de
la población, que es de 1,23 por ciento. Este fenómeno se debe fundamentalmente
a la dotación de recursos naturales que se encontraban ociosos, con ventajas
comparativas, como las playas con fuerte vocación de desarrollo de polos
turísticos y el oro. Además de la mano de obra nacional y extranjera,
proveniente de Haití, relativamente barata”, dijo Haivanjoe NG Cortiñas,
economista de larga trayectoria como funcionario público y miembro del partido
La Fuerza del Pueblo (FP), del ex presidente Leonel Fernández.
Lo más relevante del caso dominicano es que el crecimiento
económico estuvo acompañado de una reducción de la pobreza y de la desigualdad.
Entre 2013 y 2018, la proporción de pobres en el país se contrajo 42,3%, de 38%
a 22% de la población. Únicamente Uruguay la redujo más (49,1 por ciento).
Al mismo tiempo, la distancia entre los ingresos del 10% más
rico y del 10% más pobre se achicó 22,2 por ciento. De una relación de 21,4 a 1
pasó a una de 16,9 a 1. Solo Uruguay y El Salvador son menos desiguales entre
los países con los que la Cepal cuenta con datos actualizados a 2018.
“Un conjunto de razones explican los resultados del desempeño
macroeconómico con estabilidad —dijo Cortiñas—. Por ejemplo, el manejo de una
política cambiaria enmarcada dentro del libre mercado, asistida por la
autoridad monetaria cuando se producen distorsiones fuera de la dinámica de la
oferta y demanda de divisas. También un manejo fiscal y monetario que ha
contribuido notablemente a registrar tasas de inflación con tendencia hacia la
baja, que se movieron de un 8,9% a un 1,2% en los últimos 15 años,
reforzado con la adopción de la meta de inflación en 2012, que ha permitido
anclarla por debajo del punto medio de 4 por ciento”.
Como muchos países latinoamericanos que gozaron de ciertos
momentos de prosperidad, el desarrollo de República Dominicana se apoya en la
articulación de dos variables: una geografía privilegiada y estabilidad
—política y económica—.
La geografía le permite tener muchas de las playas más bellas
del continente, a solo mil kilómetros de Estados Unidos. Gracias a esa
combinación se convirtió en el mayor polo turístico de la región del Caribe,
con Punta Cana y sus resorts como mayor atracción. El turismo es la
industria más próspera del país y su mayor fuente de divisas.
“Es uno de los sectores más dinámicos y genera un efecto multiplicador en la
producción nacional. En 2018 generó ingresos por 7.560 millones de dólares,
equivalentes al 8,8% del PIB, con más de 80.000 habitaciones hoteleras y la
llegada de 6,6 millones de turistas, cifra que al sumar a quienes vienen en
cruceros se eleva a 7,8 millones. El sector produce unos 330.000 empleos
directos e indirectos. También las zonas francas generaron gran cantidad de divisas.
En 2018 fueron 6.230 millones de dólares y aportaron más de 170.000 empleos
directos. Por remesas familiares el país recibió 6.494 millones y por inversión
extranjera directa, 2.535 millones”, dijo Reyes Andrés Peralta, miembro del
Consejo Dominicano de Economistas y gerente de estudios financieros del Banco
de Reservas de la República Dominicana.
La otra ventaja que le dio el territorio es la existencia
de importantes yacimientos mineros. Hay alrededor de 120 proyectos,
distribuidos en 23 de las 32 provincias que componen el país. En estas minas se
extrae plata, cobre, níquel y, principalmente, oro, que es uno de los
principales materiales de exportación.
La tercera gran “industria” dominicana es la de las remesas,
consecuencia de la gran cantidad de personas que viven en el exterior y envían
dinero para ayudar a sus familias. En Estados Unidos, donde está la comunidad
más grande, son más de 2 millones, que equivalen al 20% de la población.
“Entre 2014 y 2018 los ingresos por remesas crecieron en
casi 450 millones de dólares por año. Más de tres cuartas partes provienen de
dominicanos y dominicanas residentes en Estados Unidos, por lo que la
recuperación económica y la reducción de la desocupación en ese país tienen
repercusiones positivas. El peso de las remesas en la economía dominicana es
enorme. Equivalen a más de la mitad de las exportaciones, a casi un tercio de
las importaciones, a 10% del consumo final y a más de 7% del PIB”, sostuvo el
economista Pavel Isa-Contreras, profesor del Instituto Tecnológico de Santo
Domingo.
En el plano político, República Dominicana logró convertirse en un país
bastante estable, con muchos menos conflictos que la mayoría de sus vecinos. Desde
2012 gobierna Danilo Medina, un economista que impulsó algunas reformas
importantes, que contribuyeron con el crecimiento de los últimos años.
Medina forma parte del Partido de la Liberación Dominicana
(PLD), que está en el poder desde 2004, cuando Leonel Fernández se impuso al
entonces presidente Hipólito Mejía, del Partido Revolucionario Dominicano
(PRD). Más allá de los nombres y los discursos de trinchera, ambas fuerzas
políticas han coincidido en mantener un modelo de mercado, que da amplias
garantías al sector privado y que tiene a la inversión externa como una de
sus prioridades.
La mayor diferencia entre los gobiernos del PRD y del PLD es
que algunas políticas sociales implementadas por los últimos permitieron una
baja más pronunciada de la pobreza. Estas medidas fueron importantes para
afianzar la legitimidad y la sustentabilidad del sistema.
“En las fortalezas del país pueden citarse la estabilidad
macroeconómica, la posición geográfica con respecto al mercado norteamericano, un
sistema financiero capitalizado y rentable, la diversificación productiva y una
importante infraestructura de comunicaciones”, enumeró Peralta. “Se ejecutó
un amplio proceso de reformas para el incentivo y promoción de la inversión
extranjera directa, como la liberalización del régimen de inversión y la
concesión del trato nacional a los inversionistas extranjeros. Además, se
sancionaron la Ley de Fomento de Zonas Francas, la Ley sobre el Mercado de
Valores, la Ley sobre Propiedad Intelectual y la Ley sobre Fomento al
Desarrollo Turístico”.
Otro punto a favor de la República Dominicana es que es uno
de los países más seguros de Centroamérica y el Caribe, una de las regiones más
peligrosas del planeta. Tiene una tasa de homicidios de 10,4 cada 100.000
habitantes, que no es baja, pero está muy lejos de las crisis que atraviesan Venezuela
(81,4) El Salvador (51), Honduras (40) Guatemala (22,4). Ciertas condiciones básicas
de seguridad son indispensables para que haya un mínimo desarrollo económico.
Un modelo con debilidades
Por más que República Dominicana está progresando desde hace
algunos años, es evidente que aún es una nación con muchos problemas. La mayor
debilidad es compartida por casi todos los países de la región, incluso los más
ricos: el crecimiento económico no se basa en la elaboración de productos o
la prestación de servicios de alto valor agregado, que es la única garantía
para un desarrollo sostenible en el tiempo.
El turismo es una fuente de ingresos mucho menos estable. Un
desastre natural o la aparición de otros polos de atracción pueden hacer que
disminuya el número de visitantes, afectando seriamente la economía nacional.
De hecho, entre 2018 y 2019 se desató una crisis por una campaña sucia
posiblemente de otros competidores, de una supuesta sucesión de muertes de
turistas estadounidenses por extrañas complicaciones de salud. Eso llevó al
gobierno a crear el Comité Nacional de Seguridad Turística, para prevenir
nuevos decesos.
Algo similar ocurre con la minería. Los precios
internacionales son muy volátiles y pueden tener un impacto decisivo en los
ingresos nacionales. A esto se suman los riesgos por la contaminación
ambiental asociada a un modelo de explotación que genera mucha controversia en
el país.
“Esta dinámica de crecimiento tiene una debilidad fundamental:
no ha estado acompañada ni ha sido el resultado de transformaciones
productivas y de cambios tecnológicos que hayan incrementado la productividad y
la competitividad del aparato productivo. Este no se ha transformado y es
incapaz de competir en los mercados internacionales. Eso significa que el
crecimiento no ha tenido bases sólidas ni propias de largo plazo. Ha resultado
de la conjunción de algunos factores externos favorables, como el precio del
petróleo y del oro, del flujo de remesas y de la facilidad con la que el
gobierno pudo financiar su déficit con crédito externo a bajos tipos de
interés, para sostener el gasto público y la demanda agregada. Esos factores
pueden desaparecer en cualquier momento, y con ello terminaría la bonanza”,
dijo Isa-Contreras.
Las cuentas públicas no están del todo saneadas. El déficit
fiscal está en aumento desde hace tiempo, y en gran medida se está compensando
con un endeudamiento externo difícil de mantener. Entre los economistas hay
consenso en que un ajuste del gasto será indispensable en el futuro inmediato
para evitar una crisis.
Danilo Medina al
asumir su segundo mandato en 2016
“Las debilidades principales —dijo Peralta— incluyen una baja
fiscalidad, un nivel de endeudamiento que ronda el 50% del PIB, el problema
eléctrico, con pérdidas de un 28% de la energía generada por redes defectuosas y
problemas con el cobro, la necesidad de aumentar la calidad de la educación
para incrementar la productividad, lograr una forma ingeniosa para tratar el
tema de la migración haitiana y fortalecer la institucionalidad. Para
garantizar la sostenibilidad del crecimiento y de la reducción de la pobreza,
República Dominicana debe realizar una reforma fiscal integral para aumentar
los ingresos del Estado, reducir el déficit y el nivel de endeudamiento, y
aumentar la inversión pública desde el 2% del PIB actual a 5%, con el objetivo
de potenciar el desarrollo futuro”.
Estas señales de alarma revelan un problema más profundo, de
índole política. El aumento desmedido del gasto público está en línea
directa con la cercanía de las próximas elecciones presidenciales, que se
realizarán el 17 de mayo. El PLD, que presenta como candidato al empresario
Gonzalo Castillo, quiere hacer lo posible por permanecer en el poder, pero la
tiene más difícil que hace cuatro años. Leonel Fernández se peleó con Medina y
fundó su propio partido tras perder las primarias de octubre pasado, en las que
denunció fraude para no aceptar
los resultados.
El enfrentamiento entre los líderes, que estuvo acompañado de
acusaciones de corrupción cruzadas, generó una incertidumbre política que
también podría tener consecuencias económicas negativas. Muchos actores
relevantes del mundo empresarial están optando por posponer inversiones, a
la espera del resultado de los comicios. Una prueba de que la fragilidad
institucional del país es más seria de lo que parece, y podría perderse de Gonzalo
Castillo no ganar las elecciones del 17 de mayo.
“República Dominicana se encuentra con retos significativos
tanto a corto como, sobre todo, a largo plazo. Estos incluyen una
desaceleración de la economía estadounidense de la que tanto depende el país y
un aumento de la inestabilidad política como resultado de la salida del ex
presidente Fernández del PLD. En el largo plazo, la economía dominicana
tiene dificultades para mejorar su capital humano, porque el nivel educativo es
bajo a pesar de un aumento significativo del gasto, y para desarrollar
nuevos sectores económicos”, como el tecnológico.
Romanos 8:28 Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito.
ResponderEliminarPor su información positiva para todos los lectores, y su buena colaboración en dicho Blogs. Que Bien… yupiii. ��
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