Como conocedor de los dados “crupier, dealer de Craps” que fui en tres
diferente casinos, por más de diez años de
trabajo ininterrumpido en el mundo del juego y entretenimiento…
Imaginen el siguiente evento. Un
hombre está sentado frente a una mesa. Encima de ella hay una caja con 50
dados. El hombre vuelca la caja y los 50 dados caen con la cara del cinco
todos.
¿Cómo ha podido ocurrir eso?
Vamos a suponer que el suceso no está trucado. No hay efectos ni montajes ni
cortes de ningún tipo. Los dados no están cargados. El suceso es 100% real y
aleatorio.
No hace falta ser matemático para intuir que la probabilidad de que alguien
obtenga 50 cinco simultáneos al tirar 50 dados es extraordinariamente baja. A
escala humana, los científicos suelen desechar este tipo de probabilidades
ínfimas considerándolas nulas. Y eso aún no siéndolo en realidad: si
dispusiéramos de la eternidad acabaríamos obteniendo 50 cinco simultáneos con
total seguridad.
En un universo espacial y
temporalmente infinito todo aquello que no tiene una probabilidad nula de
suceder acabará sucediendo en un momento u otro. Si lo prefieren así: Todo
aquello que no esté prohibido por las leyes de la física acabará ocurriendo con
total seguridad en un universo de estas características.
Así pues, las dos únicas explicaciones posibles para que tal evento ocurra
son las siguientes:
1. La primera es: Pura casualidad.
2.Y la segunda es: El hombre ha volcado la caja
millones de veces hasta conseguir el resultado deseado.
La primera explicación es la de la casualidad. La segunda, la de la razón
probabilística.
Para entender la enormidad de las cifras que estamos manejando, rebajemos el
objetivo. Saquemos 40 dados de la caja y quedémonos con tan solo diez. Aquí
entramos ya en terreno comprensible, ¿cierto?
En realidad, no. Haría falta tirar esos dados una media de 60.466.176 veces
para obtener el resultado de diez cinco. A cinco segundos por tirada eso supone
nueve años y medio de nuestras vidas, 24 horas al día, 365 días del año. Aunque
es perfectamente posible tirar los dados durante 20, 30 o 100 años seguidos sin
que aparezcan esos diez cinco. Al igual que es perfectamente posible obtener el
resultado deseado a la primera. Pero yo no apostaría mi dinero por ello nunca jamás.
Por supuesto, jamás veremos un suceso como el descrito en el primer párrafo.
Ni siquiera rebajando nuestras ambiciones a tan solo diez dados.
La aleatoriedad se asocia a todo proceso cuyo resultado no es previsible más
que en razón de la intervención del azar. El resultado de todo suceso aleatorio
no puede determinarse en ningún caso antes de que este se produzca. El estudio
de los fenómenos aleatorios queda dentro del ámbito de la teoría de la
probabilidad y, en un marco más amplio, en el de la estadística. La palabra
aleatorio se usa para expresar una aparente carencia de propósito, causa, u
orden.
El término aleatoriedad se usa a menudo como sinónimo con un número de
propiedades estadísticas medibles, tales como la carencia de tendencias o
correlación. La aleatoriedad ocupa un lugar importante en la ciencia y la
filosofía.
La especie humana se ha preocupado de la aleatoriedad desde tiempos
prehistóricos, inmemorable, la mayoría a través de la estadística(al leer
mensajes siguiendo patrones aleatorios) y los juegos.
La oposición entre el
libre albedrío y el determinismo ha sido una cuestión divisiva en la filosofía
y la teología.
A pesar de la prevalencia de los juegos en todas las épocas y
culturas, por un largo período hubo una cierta investigación occidental sobre
el tema, posiblemente debido a la incertidumbre de conocer lo desconocidos en
cuestiones de juegos y la probabilidad de estos sucesos ocurran.
Si bien Gerolamo Cardano y Galileo escribieron sobre los juegos de azar,
fueron Blaise Pascal, Pierre de Fermat y Christiaan Huygens quienes nos
condujeron a lo que hoy se conoce como teoría de la probabilidad.
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