En un país donde hasta la producción de leche depende del petróleo, los
bajos precios de este y la guerra en Yemen han forzado a revisar los
programas sociales y a diversificar el gasto público y la planificación
económica.
AL
KHARJ, Arabia Saudita — Para gestionar una inmensa planta de producción
de leche en medio del desierto hacen falta 180.000 vacas de la raza
Holstein, establos perfectamente refrigerados con la última tecnología,
bombas que extraen el agua del subsuelo y comida importada desde
Argentina. Para transportar el producto por toda la península arábiga,
9000 vehículos.
Nadie
más que el hijo favorito del rey Salmán, el príncipe Mohamed bin
Salmán, segundo en la línea de sucesión, podría ser la persona tras el proyecto Almarai, una de las apuestas del reino para disminuir su dependencia del petróleo.
Pero incluso sin una conexión aparente con el petróleo, empresas como
Almarai dependen de la energía barata que les proporciona el gobierno.
Ahora
a esa situación le queda poco tiempo. Los precios del petróleo, bajos, y
el coste de la guerra en
Yemen están abriendo un hueco en el
presupuesto del Estado y han creado una crisis que ha obligado a
recortar gasto público, reducciones salariales y derechos para los
trabajadores públicos junto a un incremento de tasas y multas. Los
grandes subsidios al petróleo, agua y electricidad que favorecen que se
consuma más de lo necesario están disminuyendo. Para Almarai, una de las
marcas más importantes de Medio Oriente, eso significará 133 millones
de dólares menos en gasto público este año.
El
plan de reforma económica de Mohamed ha hecho temblar a una nación
cuyos ciudadanos han disfrutado durante muchos años de un estilo de vida
fastuoso subvencionado por el Estado. “El gobierno avanza rápidamente
en la reforma del sistema en Arabia Saudita mientras la gente siente un
deterioro”, dijo la empresaria Lama Alsulaiman, integrante de la Cámara
de Comercio e Industria de Jidda. “La vida y los negocios como eran
antes no pueden seguir”.
Los
cambios en el contrato social existente hasta ahora implican riesgos
para el príncipe, que ha apostado su reputación a la transformación de
la economía.
“La
gente está a la espera de ver si él puede hacerlo”, dijo Ibrahim
Alnahas, profesor de Ciencia Política en la Universidad Rey Saud en la
capital, Riad. “Si lo logra, será rey, si no, estará perdido”.
El
inmenso mar de petróleo que hay bajo tierra se ha regado por casi cada
esquina de la economía saudita. El crudo hace mucho más que verter
millones de dólares de beneficios a la empresa Aramco, la compañía
estatal de petróleo, y Sabic, el gigante químico. También llega a los
sectores de uso energético intensivo como producción de cemento y
aluminio.
El
déficit presupuestario fue de casi 100 millones de dólares el año
pasado. Las reservas en divisas del país cayeron en casi una cuarta
parte debido a la caída de los precios del petróleo que comenzó en 2014.
El gobierno ha pedido créditos a bancos extranjeros y ha salido a
buscar financiación en el mercado internacional de bonos del Estado.
Los
fondos de inversiones creen que el banco central saudita tendrá que
reflexionar sobre el valor de su moneda, el riyal. Zach Schreiber,
máximo responsable de Pointstate Capital, que ganó mil millones de
dólares apostando a que caerían los precios del petróleo, dijo al
conjunto de inversores que la moneda estaba sobrevaluada de manera muy
importante y que el país tiene “entre dos y tres años antes de toparse
contra un muro”.
El
gobierno ha limitado de manera abrupta los proyectos de obra pública y
ha obligado a despedir trabajadores. Este año, trabajadores extranjeros
han prendido fuego a autobuses pidiendo que se les pagaran salarios
atrasados. El incremento súbito en la factura del agua llevó a una
protesta de tal magnitud en redes sociales que el ministro de
Electricidad y Agua fue despedido después de pedir a los consumidores
que excavaran sus propios pozos si no estaban contentos con los precios.
“Si
eres saudita, creces con la expectativa de un bienestar financiero que
se ha esfumado”, dijo Adel Ahamaizia, vicepresidente del Oxford Gulf and Arabian Peninsula Studies Forum.
“Es probable que la situación se ponga más complicada para el gobierno
en lo que respecta a la gestión de la frustración por parte de la
gente”.
El
príncipe Mohamed organizó una reunión con líderes empresariales,
funcionarios e incluso atletas y artistas en el Ritz-Carlton de Riad a
finales del año pasado para discutir los objetivos económicos que estaba
tratando de diseñar con su equipo. Consultores de todo el país, tableta
en mano, se dieron cita allí para tratar de dilucidar cómo los sauditas
y el gobierno lidiarían con los recortes de subsidios sin generar
protestas.
Después
de décadas de gobiernos de reyes octogenarios, algunos jóvenes sauditas
han dicho en entrevistas que sienten la energía del nuevo príncipe, de
su propia generación.
“Los
subsidios deberían haber terminado hace mucho tiempo, las cosas todavía
son muy baratas”, dijo Salman M. Al Suhaibaney, emprendedor, sujetando
una bebida para demostrarlo. “Esta botella de agua es más cara que la
misma cantidad de gasolina”.
Al Suhaibaney creó una aplicación para camiones llamada Morni,
una especie de Uber para ayuda en carretera. Su empresa está ubicada en
una incubadora de ideas financiada por el gobierno en un edificio de
oficinas en Riad. Con 20 empleados — sauditas jóvenes—, Morni es un
modelo de negocio para el gobierno y para el príncipe, experto en
tecnología. Cree que eso enganchará a la fuerza de trabajo.
Pero
hay más fondos públicos que invertir para terminar con el agujero en el
presupuesto. El gobierno ha hecho públicos planes para triplicar los
ingresos no derivados del petróleo para 2020, incluyendo medidas como
incrementar las tasas de visados, multas para el tráfico y un impuesto
sobre las bebidas azucaradas.
También
han aprovechado cualquier oportunidad para disminuir los costes.
Después de rebajar el sueldo de los ministros, congelar las
contrataciones y limitar los bonos y las horas extras en el sector
público, el gobierno anunció a principios de octubre que los
trabajadores cobrarán de acuerdo con el calendario occidental, como en
Estados Unidos y Europa en vez de seguir el calendario musulmán, lo que
añade un día sin cobro al mes.
“Si los salarios descienden y los subsidios disminuyen, pasará algo”, dijo Hamaizia.
Menos
gasto público por parte de las empresas y consumidores cada vez más
atenazados significa menos crecimiento y menos empleo. El único modo de
crear empleo en este contexto es quitarse de encima a los trabajadores
extranjeros y sustituirlos con locales. Esa política, la “saudización”
ha tratado de lanzarse cada año desde principios de la década de los
ochenta y siempre ha fracasado. El número de extranjeros ha pasado de 1
millón a 10 millones.
Ahora,
el gobierno pone más presión en las empresas. Los empleados extranjeros
son más baratos, pero el gobierno pone multas y se niega a renovar
visas para esos trabajadores si las listas de empleados de una
determinada empresa no llegan a un número mínimo de sauditas. Los
objetivos del régimen para el incremento del empleo llegan a 450.000
puestos de trabajo nuevos en el sector de privado de aquí a 2020.
No hay comentarios: