Hay quien sostiene (como los prestigiosos autores Marigny de Grilleau y Henri Chateau ) que justamente ésa es la ruina de los jugadores. Ellos defienden el juego de masa igual, o sea el juego que se realiza efectuando apuestas siempre del mismo valor.
Parece superfluo explicar que, hacer la misma apuesta en todas las jugadas consecutivas no tiene sentido (eso no nos defiende de una diferencia negativa y, en caso de retorno al equilibrio, se sufre plenamente el impuesto que significa el cero. Por lo tanto, es necesario intervenir sólo en unas pocas jugadas elegidas cuando se presentan determinadas circunstancias, o sea cuando se está seguro, o casi, de que esas jugadas serán buenas.
Como ya dije en un anterior post de este foro, Marigny escribió un tratado sobre el tema en el que expone con claridad muchos conceptos fundamentales. Basa sus teorías en los atrasos.
En pocas palabras, sus conceptos se reducen a esto: "como el estudio de las estadísticas demuestra que la diferencia, en cualquier combinación de ruleta, siempre esta contenida dentro de los límites de dos y cinco veces el valor de la raíz cuadrada de los fenómenos que se presentan para esta suerte, se espera a que se haya formado una diferencia media que tenga por lo menos el valor de tres o cuatro veces esa raíz cuadrada. Ése será el momento bueno para intervenir, porque se estará casi seguro de ir al encuentro de una tendencia al retorno del equilibrio". (Luego lo explicaré con un ejemplo práctico).
Esta teoría enunciada por un matemático para los jugadores de ruleta, es inservible porque no pueden quedarse a la espera de que se creen esas determinadas situaciones para intervenir, ya que a veces esas situaciones se hacen esperar semanas o meses.
Marigny comprende totalmente este problema y afirma textualmente: "No hay necesidad de permanecer en una mesa de ruleta que gira lentamente. Se pueden escribir en la libreta números tomados de viejas permanencias, o salidos de un saquito de lotería de cartones, o anotados durante el paseo junto a varias mesas de ruleta según eran anunciados en éstas, para formar la libreta de juego las figuras que el destino nos hará encontrar y descubrir sus distancias".
Sostiene, además, una teoría aún más audaz, según la cual no tiene importancia que los números que estudiamos hayan salido en una o varias mesas, en uno o varios casinos, en el momento en que las escribimos o en épocas diversas, recientes o remotas. Afirma que todos son fenómenos del mismo tipo y que, como tales, al reunirse, forman una permanencia verosímil.
Pero Marigny va aún más lejos. Él sostiene que los instrumentos del azar son indiferentes, o sea que esos instrumentos que crean fenómenos contrapuestos, independientes de la voluntad del hombre, están sometidos a las mismas leyes que regulan los juegos de azar. (Luego expondré alguna de estas teorías).
Sus ejemplos son númerosísimos: una moneda lanzada al aire que puede dar cara o cruz, los naipes de una baraja francesa que pueden ser negros o rojos, la lista de un registro civil donde figuran nacimientos de varones o niñas, la observación de las placas de los coches que pueden terminar en cifra par o impar y todos los demás fenómenos naturales que tienen salidas contrapuestas.
Termina diciendo: "Cuando el análisis de las permanencias recogidas así en la libreta de juego y en las libretas de totalización y de repartición revelen la distancia necesaria y precisen el punto de ataque de una figura deficitaria, se irá al casino a buscar una o varias unidades de compensación. En general se encontrará la victoria en las primeras figuras que se tendrá ocasión de anotar en la libreta, a continuación de aquellas que contenían la distancia".
Bueno llegado a este punto es necesario comentar alguna cuestión:
Hay muchos autores, como Lorenzo Della Moglie que no son partidarios de esta teoría, el escribe literalmente que "… para cada ejemplo en sí mismo se pueden aplicar las leyes del azar, estamos de acuerdo, pero que estas leyes valgan también para fenómenos tan diferentes, alejados en el tiempo y mezclados entre sí, que nos perdonen; no estamos de acuerdo".
Lorenzo esta equivocado en este término porque para él estas permanencias artificiales no son útiles, sino dañosas, porque es absolutamente imposible que el experimentador que las forma no este influido por el conocimiento previamente adquirido del sistema que quiere poner a prueba. Formará permanencias demasiado favorables o demasiado contrarias y por lo tanto no son verosímiles. Y cuando una cosa no es verdadera y verosímil, no sirve.
Bien, no es así como hay que tomar las permanecías, es necesario seleccionarlas de una manera lógica, por ejemplo fui el día 7-12-31 de Mayo al Casino de Montecarlo, entiendo esos tres días que he jugado completos, y no solo los rojos porque me interese ir a negros, sería un absurdo, me mentiría a mi mismo. ¿Pero por qué? Marigny sostiene una teoría muy parecida a la teoría del universo de Stephen Hawking en su libro Historia del tiempo, o la misma, pero explicada de distinta forma por Hawking: El universo es un universo desordenado con infinitas probabilidades.
Esto quiere decir que cada ser, objeto, materia… tiene su propia probabilidad, su propia estadística, que va arrastrando como si fuera una cadena de preso (De ahí la propuesta de Marigny, la busca del equilibrio, mí equilibrio). Y a su vez esta propia probabilidad está sujeta al resto de probabilidades del universo, en concordancia. Aquí el gran dilema de Hawking en lo referente a Universo ordenado-desordenado, ordenado porque todas las probabilidades fluyen para formar un todo y desordenado porque lo lógico sería que por universo fuera una única probabilidad y no infinitas.
¿Por qué no se puede realizar apuesta a masa igual durante todo el tiempo a una misma suerte?
Supongamos que después de un ciclo de treinta y siete jugadas se haya verificado el equilibrio: 18 jugadas ganadoras, 18 perdedoras y un cero. Es evidente que el jugador, aun habiendo encontrado una fase de perfecto equilibrio, habrá perdido una unidad a causa del cero. Ya, ya sé que es casi imposible que salga esta secuencia pero a la larga… Después de 37 ciclos completos, o sea después de 37x37=1369 jugadas, habrá perdido 37 unidades. Aunque el juego no se haya presentado de esta manera (con un retorno al equilibrio cada treinta y siete jugadas), sino de otra cualquiera y se haya vuelto al equilibrio sólo al cabo de 1369 jugadas, el resultado habrá sido, en definitiva, el mismo. Y hasta si los treinta y siete ceros se hubiesen presentado todos juntos en un punto cualquiera de permanencia (es sólo una hipótesis, por supuesto, pero totalmente posible), el resultado habría sido el mismo.
Por lo tanto, es elemental que un juego de masa igual, llevado de este modo, necesita para resultar útil un número de jugadas ganadoras superior al número de las perdedoras que sea suficiente para compensar el tributo que significa el cero. Para obtener un resultado de este tipo es necesario, como ya he dicho, seleccionar las jugadas según un criterio lógico. ¿Cuál puede ser ese criterio lógico? Ese es el gran escollo que ha hecho naufragar hasta ahora a casi todos los estudiosos/jugadores que se han interesado en este problema y los que lo han conseguido se callarán, seguirá oculto, porque si se divulgara los casinos dejarían de existir, o se verían obligadas a cambiar las reglas para poder defenderse eficazmente de los ahora millones de jugadores invulnerables y no el 0´001% que son en la actualidad. Sería totalmente absurdo pensar que los dueños de los casinos iban a quedarse en su puesto distribuyendo dinero como un puñado de héroes que defienden una fortaleza, asediados por todas partes, decididos a sacrificarse hasta el último hombre y el último cartucho.
Bueno, llegado a este ligero paréntesis, volvemos al estudio de estos criterios lógicos: Estos fenómenos son gobernados por leyes precisas que nos enseñan que es posible, a partir del estudio de los hechos acaecidos, sacar conclusiones exactas y ventajosas sobre la presentación de hechos futuros, ya que es cierto, que las mismas causas producen, mas o menos, los mismos efectos. Y cuanto mayor sea el número de hechos considerados, tanto más exactas serán esas conclusiones. Estas son las Leyes del Azar, o las leyes de los ritmos de la fatalidad periódica como las llama justamente Marigny.
En ellas se incluyen todas las leyes físicas y naturales, conocidas y no conocidas, divulgadas y no divulgadas, que registran los movimientos de distancia y de compensación de los acontecimientos independientes de la voluntad del hombre, que las clasifica según sus características y sufre sus consecuencias.
Conociendo estas leyes (pocos, muy pocos), el hombre se pone en condiciones de saber las causas que caracterizan la periodicidad de la producción de tales fenómenos naturales, y aunque no pueda precisar el momento exacto en el que uno de esos fenómenos va a producirse, tendrá por lo menos a su disposición sólidas bases para investigar las probabilidades estadísticas que tiene este fenómeno de reproducirse.
Cuando el hombre ha aprendido bien estas leyes y ha asimilado los conceptos sabe con que se puede encontrar, qué riesgos corre y como debe actuar en consecuencia, es decir, no necesita ningún sistema mecánico porque lo transformará, dejará de jugar… para cada tipo de ocasión, solo será una guía de apuesta.
Otra vez retomamos la ley dictada con anterioridad y su ejemplo práctico:
El valor de una diferencia está comprendido entre dos y cinco veces el valor de la raíz cuadrada del total de los fenómenos dentro del cual se ha producido esa diferencia.
Como se ve, en esta ley toma en consideración dos valores, un mínimo y un máximo, o sea que considera por debajo de la diferencia mínima, ésta no puede ser considerada tal porque permanece en el orden de las desviaciones normales, y por encima de la diferencia máxima no se puede pasar, porque este fenómeno nunca se ha verificado. El hecho de que una diferencia superior a la máxima no se haya verificado nunca, da casi la seguridad de que no se verifique en el futuro.
El ejemplo con cifras fáciles:
Examinemos 100 jugadas. La raíz cuadrada de 100 es 10. El valor de la diferencia probable en 100 jugadas puede oscilar entre un mínimo de dos veces 10 y un máximo de cinco veces 10. O sea que estará comprendido entre 20 y 50.
Una diferencia menor a 20 no debe tomarse en consideración, una diferencia de más de 50 no puede verificarse. Recordemos que al hablar de diferencia se refiere siempre a la diferencia negativa, que es la que nos interesa, ya que es evidente que si salen 25 negros y 75 rojos, que forman una diferencia de 50, es el jugador que apuesta a negro quien lo sufre.
La raíz cuadrada de 400 jugadas es 20. El valor de la diferencia puede ir de un mínimo de 40 a un máximo de 100. De nuevo la raíz cuadrada de 900 jugadas es 30 y el valor de la diferencia estará comprendido entre 60 y 150.
En 1600 jugadas, la raíz cuadrada es 40 y la diferencia oscila entre 80 y 200 y así sucesivamente.
Por lo tanto se puede enunciar otra ley:
La diferencia relativa disminuye con el aumento del número de fenómenos sometidos a examen.
El ejemplo más simple de una diferencia de 5 veces el valor de la raíz cuadrada del número de jugadas es una serie de 25, a rojo o a negro, contra 0 en la suerte opuesta, ya que cinco veces la raíz cuadrada de 25, que es 5, da justamente 25.
Por la ley de las figuras una serie de 25 no puede aparecer más que una vez en 33.554.432 jugadas, sin considerar los ceros. Considerando los ceros, estas jugadas alcanzan un total de 34.486.499 que tardarían exactamente un siglo en producirse en una ruleta donde se realizan 945 jugadas diarias (yo he conseguido ver una serie de 23 rojos seguidos).
Piensen que una ruleta que trabaje a ese ritmo, una serie de 36 tiene una sola posibilidad de ocurrir en 204.800 años de juego.
De un razonamiento como éste se podría deducir que una vez aparecida (como en efecto ha sucedido, existen libros que lo corroboran, e incluso aún viven algunos testigos del hecho histórico) una serie de 36, podríamos estar seguros de que pasarán 2.048 siglos antes de que tenga derecho a aparecer nuevamente.
La certeza absoluta solo existe en lo abstracto, nosotros, los hombres solo podemos hacer previsiones.
La ley de las figuras es aplicable en sentido más restringido y se puede decir: Las series de uno (jugadas aisladas) son el doble de las series de dos; las series de dos son el doble de las de tres, etc.
Pero ¿cuál es la serie más larga que puede formarse en una suerte simple? No es posible dar respuesta a esta pregunta. Las estadísticas por lo que he leído en tratados sobre el juego de ruleta hablan de 34 negros, 37 rojos y 42 intermitencias; personalmente repito que he sido testigo de 23 rojos.
Pero esto son fenómenos excepcionales, inclusive las series de 10 aparecen con poca frecuencia.
Como puntada al post, he de decir que todos estos factores y otros muchos permiten predecir los números (yo lo he referido como a suertes simples, pero también se lleva a suertes múltiples) para apostar en masa igual, dicho con palabras más simples; el jugador que desde hace tiempo no logra dar con la figura, número, suerte, etc. que espera, tiene tanto mayores probabilidades de encontrarla cuanto mayor sea el tiempo que hace la espera.
Seguro de que la suerte siempre está en las manos de Dios. Según Proverbios: “El hombre echa las suertes, pero el Señor es quien lo decide”. (16:33)
ResponderEliminarTodo conocimiento humano es finito; lo ignorado es infinito; finito dividido o comparado con infinito equivale a: infinitamente pequeño.
Las ciencias desarrollaron el cálculo probabilístico como intento de predicción eventos, basándose en las frecuencias de eventos similares en el pasado.
Las compañías de seguros apuestan a que usted no se accidentará, tomando en cuenta las frecuencias de accidentes ocurridos a personas con características como las suyas; de acuerdo a eso le cobran la prima; usted, en cambio, apuesta a que sí chocará y por eso le paga al seguro.