El artículo de hoy lo vamos a dedicar a recordar algunas citas de
Jesse Livermore, el legendario especulador, en su libro: «Recuerdos de
un operador de acciones» contando sus vivencias en la bolsa de
principios del siglo XX, muy pocas cosas han cambiado en estos 100 años.
Es impresionante como una persona que operaba en los primeros años del
siglo XX, cuando aún se recordaba el pánico de 1896, tenía unas
vivencias tan parecidas a las que se pueden tener más de un siglo
después.
Vamos a ver varias citas que he seleccionado de su libro.
No tienen desperdicio. Sobre todo insisto, porque todo es igual que
hace 100 años, y lo será dentro de otros 100 años más, porque el
espíritu humano siempre es el mismo.
Nunca
vacilo cuando tengo que decir a un hombre si soy alcista o bajista.
Pero nunca digo a nadie que compre o venda un determinado valor. En un
mercado a la baja todos los valores bajan y en un mercado al alza,
suben. Por supuesto, no quiero decir que en un mercado a la baja,
causado por una guerra, las acciones de armammentisticas no suban. Hablo en un
sentido general. Pero el hombre medio no desea que le digan si el
mercado es alcista o bajista. Lo que desea es que le digan, de forma
específica, qué determinado valor debe comprar o vender. Quiere algo por
nada. No desea trabajar. Ni siquiera desea pensar. Ya es demasiado
trabajo tener que contar el dinero que recoge del suelo.
(…/…)
la
historia de Dickson G. Watts acerca del hombre que estaba tan nervioso
que un amigo le preguntó qué le pasaba. «No puedo dormir», respondió él
nervioso. «¿Por qué no?», preguntó el amigo.
«Estoy
manteniendo tanto algodón que no puedo dormir pensando en ello. Me está
destrozando. ¿Qué puedo hacer?» «Vende hasta que puedas dormir,»
respondió el amigo.
(…/…)
¿De qué modo
está protegido el público contra el peligro de compra de un valor por
encima de su valor real? ¿Quién castiga al difusor de los injustificados
artículos alcistas? Nadie; y sin embargo el público pierde más dinero
comprando valores a causa de un anónimo consejo interior cuando el
precio es muy alto, que vendiendo valores por debajo de su valor a
consecuencia de un consejo bajista durante los denominados «ataques».
(…/…)
Estoy
en el juego especulativo desde que tenía catorce años. Es todo lo que
he hecho. Creo que sé de lo que estoy hablando. Y la conclusión a la que
he llegado, tras casi treinta años de constantes operaciones, tanto con
márgenes pequeños como con millones de dólares a mis espaldas, es esta:
Un hombre puede vencer a un valor o a un grupo determinado en un
momento determinado ¡pero nadie puede vencer al mercado de valores! Un
hombre puede hacer dinero con el grano o el algodón, pero nadie puede
vencer al mercado del grano o al mercado del algodón. Un hombre puede
ganar una carrera de caballos, pero nadie puede ganar a las carreras de
caballos. Si supiera cómo hacer más fuertes estas afirmaciones, o darles
más énfasis, lo haría. No importa lo que nadie pueda decir en contra.
Yo sé que tengo razón cuando hago estas afirmaciones.
En fin,
lo que dice Livermoore, no se va contra el mercado, es demasiado fuerte
para enfrentarse a él, ni a la tendencia, ni a la dirección que tengan
tomada en cada momento las manos fuertes…
(…/…)
De
hecho, gané dinero siempre que estuve seguro de que estaba en lo cierto
antes de comenzar. Lo que me venció fue no tener el cerebro suficiente
para adherirme a mi propio juego, es decir, para jugar en el mercado
sólo cuando me satisfacían los precedentes que favorecían mi juego.
Y
esto es precisamente lo que vence a tantos hombres en Wall Street que
están lejos de ser la clase que más se aprovecha. Existe el simple loco,
que hace siempre, y en todas partes, lo que no debe hacer, pero existe
también el loco de Wall Street, que cree que debe negociar todo el
tiempo. Nadie puede tener siempre razones adecuadas para la compra o
venta diarias de acciones, o el conocimiento suficiente para hacer de su
juego un juego inteligente.
Yo mismo lo comprobé.
Siempre que leí la cinta a la luz de la experiencia gané dinero, pero
cuando hice un simple juego de locos, perdí.
Quedas
liquidado de forma fácil y rápida. El deseo de acción constante, sin
consideración a las condiciones subyacentes, es responsable de muchas
pérdidas en Wall Street, incluso entre los profesionales, que creen que
deben llevar dinero a casa todos los días, como si trabajaran para
conseguir un salario regular.
(…/…)
Esta es demoledora sobre como se timaba a la gente…los chiringuitos financieros de 1915…Un siglo después todo sigue igual:
Un
tipo, con el que me encontré, me dijo que había visto enviar un día
seiscientos telegramas en los que se aconsejaba a los clientes coger una
acción y otros seiscientos en los que se recomendaba, encarecidamente, a
los clientes vender inmediatamente esa misma acción. “Sí, conozco el
truco,» dije al tipo que me lo estaba contando.
«Sí,» dijo él. «Pero al día siguiente enviaron telegramas a las mismas personas aconsejándoles cerrar su interés en todo y comprar-o vender-otra acción. Pregunté al socio más antiguo de la oficina, ¿Por qué hacen eso? Lo primero lo entiendo. Algunos de sus clientes van a ganar dinero en papel durante un tiempo, aunque ellos y otros pierdan en su momento. Pero enviando telegramas de esa forma simplemente acaban con todos ellos. ¿Qué gran idea se esconde detrás de eso?” Bueno,» dijo él, «los clientes van a perder su dinero de todas formas, no importa lo que compren, o cómo, dónde o cuándo. Cuando pierden su dinero, yo pierdo los clientes. Bien podría conseguir todo el dinero que pueda y buscar después una nueva cosecha.»
(…/…)
De hecho, creo que de todas las ganancias de Wall Street, la intención de hacer que el mercado de valores haga de hada madrina, es la más persistente. Al igual que todos los verdaderos vudús, éste tiene su razón de ser. ¿Qué es lo que hace un hombre cuando intenta que el mercado le pague una necesidad repentina? Lo que hace es tener esperanza. Juega, se arriesga. Por lo tanto, corre riesgos mucho más grandes de los que correría si especulara inteligentemente, de acuerdo con sus opiniones acreencias a los que ha llegado de modo lógico, tras un estudio de las condiciones subyacentes. Para empezar, busca un beneficio intermedio. No se puede permitir el lujo de esperar. Si es que el mercado se porta bien con él, deberá hacerlo inmediatamente. Alude que lo único que quiere emplazar es una apuesta nivelada. Como está preparado para salir corriendo rápidamente, o sea, detener la pérdida en dos puntos, cuando todo lo que espera hacer es dos puntos, se abraza a la falacia de que sestea arriesgando al cincuenta por ciento. Pues bien, he conocido muchos hombres que han perdido miles de dólares en tales operaciones, particularmente en compras efectuadas a la altura de mercado alcista, justo antes de una reacción moderada. Desde luego, éste no es modo de operar
(…/…)
Usted debe pensar, ¿o no?, que los hombres inteligentes que han ganado millones con sus propios negocios y, además, han operado con éxito en el mercado de valores, deben ser conscientes de la sabiduría que entraña tomar parte en el juego de forma desapasionada. Pues bien, se sorprendería de la frecuencia con que muchos de nuestros más prósperos promotores se comportan como mujeres histéricas cuando el mercado no actúa del modo que ellos desean. Parece que se lo toman como una ofensa personal, de este modo, primero pierden los nervios, y luego comienzan a perder dinero
(…/…)
Los enemigos mortales del especulador son: la ignorancia, la codicia, el miedo y la esperanza. Ni todos los libros del mundo, ni todas las normas de todas las Bolsas de Valores que existen sobre la tierra, pueden eliminar a estos enemigos del ser humano. Los accidentes que dan al traste con planes concebidos cuidadosamente, están también más allá de la regulación que puedan llevar a cabo economistas de sangre fría o filántropos de corazón caliente. Queda otra fuente de pérdidas que consiste en proporcionar información errónea de forma deliberada, en donde se podían citar algunos pronósticos. Este enemigo es el más insidioso y peligroso, ya que puede llegar al operador disfrazado y camuflado de muy diversas formas.
El público debe comprender esta cuestión con profundidad: Que la razón real de un prolongado descenso no es nunca un ataque bajista. Cuando un valor desciende durante mucho tiempo, puede estar seguro de que algo va mal con él, bien con el mercado que tiene, o bien la compañía. Si el descenso fuera injustificado, muy pronto el valor se vendería por debajo de su valor real y esto proporcionaría una compra que detendría el descenso. De hecho, el único momento en que en una posición bajista puede obtener grandes beneficios vendiendo un valor, es cuando ese valor está demasiado alto. Y puede apostar hasta lo último con la seguridad de que los del interior no proclamarán al mundo este hecho.
(…/…)
Los profesionales de Wall Street saben que actuar en base a pronósticos «del interior» tratarán a un hombre peor que el hambre, la peste, la falta de grano, los reajustes políticos o lo que se podían denominar accidentes normales. No hay ninguna carretera de asfalto que lleve al éxito en Wall Street o en ningún otro lado. Así que, ¿por qué nos empeñamos en bloquear el tráfico?
No hay comentarios: